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Sólo una opinión

Iniciar este escrito, cuando se es consciente de que se sabe por la experiencia vivida, en donde vivir es irse labrando un camino a través del trabajo constante y del aprendizaje deseado; leer un sinnúmero de libros, artículos e investigaciones, por medio de una búsqueda incansable del conocimiento; nos hace personas pensantes, reflexivas, casi pitonisas,… Seguir leyendo Sólo una opinión

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Iniciar este escrito, cuando se es consciente de que se sabe por la experiencia vivida, en donde vivir es irse labrando un camino a través del trabajo constante y del aprendizaje deseado; leer un sinnúmero de libros, artículos e investigaciones, por medio de una búsqueda incansable del conocimiento; nos hace personas pensantes, reflexivas, casi pitonisas,… Seguir leyendo Sólo una opinión

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Iniciar este escrito, cuando se es consciente de que se sabe por la experiencia vivida, en donde vivir es irse labrando un camino a través del trabajo constante y del aprendizaje deseado; leer un sinnúmero de libros, artículos e investigaciones, por medio de una búsqueda incansable del conocimiento; nos hace personas pensantes, reflexivas, casi pitonisas, con bolas de cristal representadas por la experiencia, y las cartas son el  saber aprendido, discernido y aplicado cotidianamente.

Todo lo anterior, y más, me permite hablar sobre un asunto que me ha inquietado últimamente, asunto que se vive muy cerca de mí, en la familia y que no es exclusivo de nosotros, ahora sé que muchos atraviesan por situaciones como ésta.

Me pregunto, y al cuestionarme, me respondo también sobre lo siguiente. ¿Qué, o quiénes les dan ciertos privilegios a las grandes corporaciones? ¿Cómo se atreven a actuar en su propio beneficio, perjudicando a medianos y pequeños empresarios, hasta llegar al punto de vivir de ellos? Uno podría pensar que los menos privilegiados tomarían ventaja de hacer negocios con estas grandes corporaciones; pues no es así. Todo tipo de transacciones comerciales – de aquí se deriva la palabra “transa” – siempre serán en beneficio primordial de estos grandes monstruos hacedores de riquezas. Si un mediano o pequeño empresario le vende sus servicios a alguna de estas organizaciones ladronas de cuello blanco, éstas últimas se dan el lujo de retrasar el pago del servicio prestado hasta tres, o cuatro meses, en pocas palabras, jinetean ese dinero, no obstante que ganan millonadas con sus ventas, mientras el empresario sin privilegios tiene que obtener financiamiento con un pago de intereses descomunal. Eso sí, el pago de impuestos también es arbitrario, así que siempre estas empresas acaparadoras de todos los beneficios, siempre salen ganando y muchos de los pequeños y medianos empresarios, terminan quebrando.

Todo lo anterior representa una alianza, por lo que se muestra, hay un sinnúmero de convenios  entre las grandes corporaciones, entre las que se encuentra el sector financiero, que participa activamente motivando a los consumidores y pequeños empresarios, con grandes campañas de publicidad que promueven el crédito para todos, con tal de que se les preste servicios a los grandes monstruos y se consuman sus productos. Así que ganan millonadas y retrasan los pagos a sus proveedores todo el tiempo posible, viven en gran medida de estos y los tontos consumidores que les compramos sus productos.

Seguramente este “permiso” se encuentra en alguna tonta ley que les da toda esta ventaja, y al parecer no hay manera de que cambie; por eso este grupo de plutócratas detentan el poder y se hacen acompañar de los políticos adecuados para cumplir con las funciones legales y recaudadoras con las que se administra la riqueza en este país.

Tomemos consciencia de esto y tratemos de aprender más de nuestro sistema económico tan desigual y traidor con quien lo alimenta. Sólo aquel que es proveedor sabe de esto, casualmente entre pequeñas y medianas empresas, también se comercia, y me he dado cuenta de que los pagos y servicios son equitativos; lo realmente insólito es que sean las corporaciones las que retrasan los pagos, así, nada más porque sí, porque les da la gana.

Tal vez sería bueno que los que están en este campo, promuevan algunas medidas para que aquellos que tienen la necesidad de trabajar de esta manera, terminen siendo beneficiados con lo que les corresponde y puedan ser capaces de exigir lo que les toca. Que les paguen por sus servicios prestados y que nos les jineteen “la lana”.

¡HE DICHO Y LA PALABRA, CANTÓ!

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