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Rescate del Nazas y Aguanaval: la ruta de esperanza para La Laguna

El rescate del Nazas y Aguanaval debería ser el enfoque principal para garantizar vida en La Laguna a mediano y largo plazo. La crisis hídrica es más grave de lo que aseguran las autoridades federales, estatales y municipales. Mientras la mancha urbana crece a pasos agigantados, la fuente de vida y desarrollo, el agua, se […]

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Rescate del Nazas y Aguanaval: la ruta de esperanza para La Laguna

El rescate del Nazas y Aguanaval debería ser el enfoque principal para garantizar vida en La Laguna a mediano y largo plazo. La crisis hídrica es más grave de lo que aseguran las autoridades federales, estatales y municipales. Mientras la mancha urbana crece a pasos agigantados, la fuente de vida y desarrollo, el agua, se […]

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El rescate del Nazas y Aguanaval debería ser el enfoque principal para garantizar vida en La Laguna a mediano y largo plazo. La crisis hídrica es más grave de lo que aseguran las autoridades federales, estatales y municipales. Mientras la mancha urbana crece a pasos agigantados, la fuente de vida y desarrollo, el agua, se está agotando.

Los ríos Nazas y Aguanaval brillan por su resistencia

Los ríos Nazas y Aguanaval son prisioneros de la intervención humana que evapora sus músculos, marchita sus raíces y va, poco a poco, enflaqueciendo su poder. Los intereses económicos y políticos que rodean al agua están devastando al medio ambiente de la región.

Hoy las autoridades municipales, en algunos sectores de la Comarca Lagunera, están perforando a 300, 400 y hasta 500 metros de profundidad para extraer agua del subsuelo. Pruebas isotópicas que se han realizado en las piedras y arcillas de la región indican que el líquido que consumimos en La Laguna tiene hasta 30 mil años de edad. En la Comarca no se consume agua nueva, limpia, sin contaminantes ni sedimentos que, con el paso del tiempo, se van acumulando en la fuente de vida y progreso de la comunidad.

Por otro lado, el Río Aguanaval solo retoma su fuerza cuando se presentan escurrimientos y lluvias intensas en su punto de salida, el estado de Zacatecas. Cuando sus venas corren con rapidez por la sierra y el cañón de Jimulco el color verde decora al paisaje semidesértico que nos abraza todos los días. Las señales de vida y esperanza están en nuestros humedales, en el verdor de los cerros cuando caen precipitaciones, en el clima agradable cuando la potencia de la naturaleza aplasta a los intereses económicos y políticos de la agroindustria.

Soñar con recuperar el caudal natural de los ríos, que el Nazas camine por el lecho seco hasta desembocar en la extinta Laguna de Mayrán. Que en ese lugar se una con el Aguanaval y edifiquen un inmenso espejo de agua es una utopía, un deseo que con dimensiones orwellianas. El crecimiento de la zona metropolitana de La Laguna, las construcciones sobre o cerca de venas vivas de los ríos y, particularmente, la agroindustria, jamás permitirán que las reservas de líquido para la explotación privada sean liberadas de su encarcelamiento.

Permitir la recarga, una ruta para salvar al Nazas y Aguanaval

Los esfuerzos de los ciudadanos, que al final son de las partes más afectadas, deberían comenzar con exigir que se permita la recarga del acuífero. Técnicamente el proyecto es complejo. Dota de agua al acuífero, guardar agua para el futuro y rescatar a la región de un escenario que pudiera ser catastrófico.

Lo que se hace en La Laguna se pudiera etiquetar como minería del agua. La extracción rebasa a la cantidad de líquido que permite cada una de las concesiones. La telemetría es un sueño guajiro, un chiste.

En La Laguna se debe trabajar, primero, para frenar el bombeo y la sobreexplotación del acuífero. Orillar a las dependencias competentes a que castiguen el huachicoleo y, de ser necesario, retiren concesiones a quienes, dolosamente, se estén robando el recurso hídrico.

Por otro lado, es indispensable tecnificar el riego para que se utilice menos agua, para ganar eficiencia en la producción del campo lagunero.

Además, Conagua también debe asumir la responsabilidad de rehabilitar, integralmente, los canales de riego. Dentro de esta vetusta infraestructura se fugan grandes cantidades del líquido que proviene de las presas.

Algunos cálculos indican que, para cumplir con la demanda hídrica del ciclo de riego , se necesitan 300 millones de metros cúbicos de agua al año, sin embargo, entre fugas y evaporaciones, se usan anualmente más de mil. Las fugas son inconcebibles y están marchitando el futuro de la Comarca Lagunera.

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Es difícil pensar y soñar en ver y disfrutar de los ríos vivos, que dejen de ser objeto de la brutalidad y la ambición de los millonarios del agua, de los dueños de las concesiones.

La ruta de la esperanza debe estar forjada en la resistencia, la estrategia y la comunicación.

Las diferencias ideológicas entre individuos pueden ser abismales. Pero el agua es un factor de unidad que rebasa religiones, creencias políticas, doctrinas y clases sociales. Como hemos mencionado hasta el cansancio, si no nos une el agua, no nos unirá nada. Salvar a los ríos Nazas y Aguanaval podría dar esperanza a una región que está en peligro latente.

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