El tiroteo en el Colegio Cervantes nos cambió. Torreón ya no será el mismo, me explico: a pesar de todas las agresiones que hemos vivido, actos atroces que evidencian la interiorización y la normalización de la violencia que hemos desarrollado y a la que estamos expuestos, el hecho de que un niño accionara un arma en contra de sus compañeros y su maestra fue inédito. Ni con todas las balaceras, descuartizamientos, tiroteos, ni siquiera con las masacres, la violencia había evidenciado, a esta magnitud, que, como comunicadores, como sociedad crítica y empática, estamos a una buena distancia de ser óptimos.
Todos, autoridades de distintos niveles y sociedad civil, hemos tratado de buscar una explicación a lo sucedido. Desde ligar el tiroteo con los videojuegos hasta las absurdas teorías de conspiración sobre la implicación de otro tirador por la posición en la que quedaron los cuerpos de la maestra y el alumno. Ni que decir de la telenovela que se está armando alrededor de la familia del alumno: que si la madre fue ejecutada, que si la riqueza del abuelo, que si los vínculos con el narco… La coladera que destapó el suceso no fue la correcta. De lo que se debería estar hablando es de otras situaciones igual de atroces, pero más complejas. Es más fácil apelar a una revisión de mochilas para buscar la “solución y la tranquilidad” que tener presente la voluntad del alumno. ¿Qué hacemos para encontrar una respuesta?
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Posiblemente no exista una sola manera de aproximarse correctamente al problema, posiblemente las respuestas no nos van a gustar, ¿pero por qué todas las voces críticas se diluyen ante esta noticia? Intuyo que por ser un acto único en la región es que menospreciamos la voluntad y las intenciones del alumno y tratamos de tener una opinión, o replicar una opinión, al respecto. No trato de hacer una apología de lo ocurrido, es lamentable por donde se le quiera abordar, ¿pero por qué no se considera que un niño sea capaz de tener esa voluntad? Supongo que es mucho más sencillo buscar a un culpable directo.
El tratamiento en los medios ha derivado en muchas “certezas” de por qué sucedieron las cosas, y considero que ese ejercicio de opiniones se torció debido a la libertad para opinar ligero y rápido. ¿Se han dado cuenta de que ante otras situaciones violentas que hemos sufrido, ni medios ni autoridades profundizaron ni actuaron tanto?, quizá porque en esta ocasión no había intereses ni poderes de por medio en la tragedia.
Bloquee de mis redes sociales a muchas personas y medios que se pronunciaron a la ligera y desde sus prejuicios sobre el caso. Una persona incluso me reclamó por confrontarlo cuando subió las fotos de los cuerpos de la maestra y el alumno acompañado de un texto moralista, le pregunté por qué las compartía, y me contestó: “De todos modos muchos ya las subieron”, y el comentario de otra persona secundó: “Además, aunque no las comparta, no quita el hecho de que el tiroteo haya sucedido”.
¿Cómo apelar a la dignidad de las víctimas si los comentarios que priman son tan viscerales? Todo texto, toda información que circula, forzosamente tiene una intención y un trasfondo. Toda acción, todo texto es político. Y si se cree lo contrario, que somos libres de expresar nuestras opiniones sin asumir una postura, o simplemente replicar sin reparo, se corre el riesgo de matar de nuevo a la víctima.
En buena medida los periódicos, en primera instancia, y la televisión, moldearon los estereotipos de las víctimas y delincuentes. No es difícil para quien lee estas líneas imaginarse cómo luce un sicario, tampoco pensar en cómo se presenta el cuerpo de alguien que perdió la vida en un choque o que ha sido encontrado con señales de tortura. Y lo cierto es que, como espectadores, nos gusta el espectáculo de la sangre. Pero al mismo tiempo, la prensa nos involucra en una dinámica que apela a la moral más rancia o al interés más inmediato, “Niño nacido en la Guerra de Calderón mata a su maestra y se suicida”, decía el video subido a Youtube por el canal de periodismo LA OCTAVA. ¿Cuántas veces, por sugerencias de la prensa, la víctima vuelve a sufrir la muerte? La revictimización es uno de los mecanismos más eficaces para desviar la atención de lo que importa y que es difícil de ver: la violencia estructural.
La vista llega primero que la palabra, anuncia Berger en Modos de ver, y la imagen, acompañada del morbo, vende. Sin embargo, hay violencias que no están a la vista, y en esos casos, lamentablemente, la palabra llega primero.