Miguel Riquelme llegó como el gobernador menos votado en la historia reciente de Coahuila. La elección en la que resultó ganador se resolvió en tribunales, a horas de que llegara el día de la toma de protesta. Su legitimidad popular estaba en duda. Apenas tres de cada diez electores optaron por su proyecto. Así, entre polémicas, buenas y malas decisiones, caminó un sexenio lleno de contrastes.
Miguel Riquelme tuvo que lidiar con dos años de pandemia, de parón económico y una crisis sanitaria y social sin precedentes. El gobernador tuvo el tino de saber negociar con representantes de cámaras empresariales, así como funcionarios estatales y municipales, para sortear, sin que se elevaran de sobremanera los delitos del fuero común, con el aislamiento social que provocó la proliferación masiva del Covid-19.
Asimismo, como bandera de gobierno, Miguel Riquelme usó todos los recursos que tuvo a su alcance para mantener bajos los niveles de inseguridad en la entidad. Así, hoy Coahuila es de los estados con menos homicidios dolosos y en donde la percepción de inseguridad es de las más bajas a nivel nacional.
Como gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme también tuvo la responsabilidad de sortear episodios negros; uno de ellos fue el tiroteo del Colegio Cervantes, en el que un niño mató a su maestra, hirió a empleados de la institución y compañeros y terminó con su vida.
En su sexenio también se presentó una masacre que recordó momentos dolorosos que se vivieron durante los gobiernos de los hermanos Moreira. Un enfrentamiento armado en Villa Unión, Coahuila, dejó a más de 20 personas sin vida y a una presidencia municipal destrozada.
Durante los últimos seis años, Coahuila también se erigió como una de las entidades federativas con más carpetas de investigación por el delito de narcomenudeo, así como violencia familiar y llamadas al 911 por hechos violentos dentro de los hogares.
La violencia fue contenida en las calles, pero se disparó dentro de las casas, centros escolares y espacios de trabajo de toda la entidad.
Con Miguel Riquelme al mando, el gobierno de Coahuila terminará pagando, al saldo de la megadeuda, poco más de 28 mil millones de pesos, sin embargo, el saldo, en el mismo periodo, apenas bajó poco más de 160 millones de pesos.
El manejo financiero de la entidad no ayudó a que se detonara la inversión pública. La inversión en obras, en seis años, apenas superó los 18 mil millones de pesos, cifra inferior a lo que se destinó para el pago de la deuda que data desde 2011 y que se terminará de pagar, al menos, hasta 2050.
Una de las virtudes de Miguel Riquelme fue la habilidad para crear un cerco mediático prácticamente impenetrable. El político lagunero fue, sin lugar a dudas, el gobernador menos criticado por los medios de comunicación en, al menos, las últimas tres administraciones.
La inversión en publicidad oficial y la polarización que enfocó la atención de los medios en el quehacer federal, ayudaron a invisibilizar problemas graves que aquejan a Coahuila como las adicciones, la violencia de género, la desaparición forzada, la contaminación y las violaciones contra los derechos humanos perpetradas por elementos de seguridad del estado y de los municipios.
Miguel Riquelme será recordado como un buen operador político. El desmantelamiento del PRI a nivel nacional no impactó en el resultado electoral que dio, al partido, el control político absoluto del estado.
Entre malas y buenas, Riquelme logró que la entidad se mantuviera lo suficientemente estable como para seguir recibiendo inversiones, pese a que, la mayoría de éstas, o al menos las más atractivas, fueron enfocadas, nuevamente, a la región sureste.
Temas pendientes para el mandatario estatal será la prevención en materia de accidentes mineros que, pese a ser de la jurisdicción federal, pudieran diseñar estrategias intergubernamentales para garantizar la no repetición.
En Riquelme también estará el recuerdo de un gobernador intolerante a la crítica, pero con mucha mano izquierda para llevar una buena relación con los empresarios locales, estatales, nacionales e internacionales.
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Al final, Coahuila no es muy diferente a lo que era cuando terminó el gobierno de Rubén Moreira. La línea fue la misma: cooptar poderes, dar facilidades a los empresarios para generar riqueza, gobernar a través de eventos con coberturas amables y sortear, de manera pragmática y estricta, los problemas de seguridad y sociales que se fueron presentando.
¿Fuerte Coahuila es? ¿Fuerte Coahuila fue? ¿Fuerte Coahuila no es? Lo sabremos unos meses después del periodo de transición. La historia continúa.