En Allende, Coahuila, sobre la salida hacia el municipio de Morelos, está postrado, en total abandono, el memorial a los desaparecidos construido para recordar a las personas que fueron masacradas en marzo de 2011 y por las violaciones contra los derechos humanos que se vivieron en la región norte del estado.
Al llegar a Allende, un pequeño municipio de poco más de 20 mil habitantes, situado a 60 kilómetros de la frontera norte con Estados Unidos, aparece el recuerdo de aquellas dos semanas en donde 300 personas fueron desaparecidas y el pueblo ardió en llamas. Al recorrer sus calles, se alcanzan a ver detalles que ilustran a la perfección el tipo de vida que tienen los habitantes de un municipio olvidado al norte del estado de Coahuila.
Cercano a la brecha del gas, en donde continuamente se viven enfrentamientos armados entre criminales y corporaciones de seguridad, Allende es famoso por una matanza sin precedentes. Ya en 2019, la entonces secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, junto con otros funcionarios federales, ofrecieron una disculpa pública en favor de las víctimas. El pequeño pueblo estaba secuestrado por el crimen organizado.
El memorial se encuentra en una pequeña glorieta ubicada en una de las salidas del municipio. En su alrededor hay hierba crecida, basura, bancas maltratadas, llano y una angosta carretera. Las letras rojas de Allende al frente del monumento recuerdan la sangre derramada hace más de 11 años.
Al fondo del letrero, el memorial luce solitario. La memoria vive ahí, entre el metal de su estructura y sobre la tierra dura que sirve como base.
Una pequeña placa instalada en las faldas del memorial con el logo del Gobierno de Coahuila es el detalle que ofrecieron las autoridades para recordar a los desaparecidos. Allende fue objeto de estudios e investigaciones nacionales e internacionales; se produjeron libros, series, reportajes. La masacre no tuvo precedentes. Coahuila era un territorio minado por la violencia. Las balas cantaban por las mañanas en sustitución de las aves caídas sobre el pavimento.
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"En memoria de nuestros seres queridos: Pueden pasar los días y podrá separarnos la distancia, pero siempre nos unirá la esperanza", dice la placa cuyas letras ya están borrosas y en la que luce más el lema "Coahuila, estado con energía", que el mensaje hacia las víctimas.
El memorial "Alas de esperanza" fue inaugurado en octubre de 2015 por el ex gobernador Rubén Moreira. Este recinto, pese a lo pequeño que es Allende, Coahuila, no es conocido por la población. Para llegar a él, se le preguntó a más de tres personas sobre su ubicación y nadie supo con certeza de qué lugar se estaba hablando. El lugar está alejando, fuera del centro del municipio. La única manera de contemplarlo es si se llega por carretera, en un camino en donde los autos van a más de 100 kilómetros por hora.
El lugar luce descuidado. Las áreas verdes en su alrededor recuerdan la aridez del desierto. La pintura en la base del monumento se está despendiendo. Las alas de esperanza están marchitas. El memorial no fue recordado por ninguna de las personas consultadas.