Por Cristián Vázquez
Los últimos acontecimientos de violencia e inseguridad en nuestro país, son una radiografía de la realidad social que se vive en México. El asesinato de dos Jesuitas y un guía turístico en Cerocahui, el caos en Jalisco y Guanajuato, la noche de terror en Ciudad Juárez y así se podrían mencionar más sucesos que generan tristeza, dolor y sufrimiento.
Muchas personas están padeciendo los estragos de estos días tan difíciles. Carlos es uno de ellos, un joven que es repartidor de comida por aplicación, solo esperaba un pedido en una pizzería, cuando de pronto fue baleando. Él es sordo de nacimiento y para comunicar lo sucedido tuvo que hacer una video llamada con su madre y mostrarle sus heridas.
Otros han muerto y valdría la pena recordar sus nombres y sus rostros. Pienso que a todos nos duele profundamente la sangre que se ha derramado, la de las mujeres asesinadas, personas que han caído en la lucha entre bandas delictivas. ¡Basta ya!
Muchas instituciones, activistas y académicos se han manifestado en contra de estos hechos de inseguridad y violencia. Hacen eco las palabras de Javier “El Pato” Ávila, sacerdote Jesuita que pronunció en su discurso cuando celebraban la misa de despedida de sus compañeros asesinados: “Son miles los dolientes sin voz que claman justicia en nuestra nación. Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”.
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Estas tragedias ponen de manifiesto las debilidades del Estado mexicano ante una lucha de poderes. ¿Qué garantías de paz y seguridad social existen para los ciudadanos? ¿Cuál es la reparación de los daños? ¿Hasta cuando el fenómeno de la violencia estará generando destrucción?
Queda mucho por hacer y demasiado por reflexionar, lo cierto es que el Gobierno de México ha estado poco presente en la construcción de la paz. Al final del día, habrá algunos que establezcan nuevos caminos de solidaridad y horizontes en busca de la verdad.