El primer domingo de junio se llevarán a cabo las próximas elecciones. En Coahuila se renovarán las 38 presidencias municipales y las diputaciones federales. El tesoro político está en juego y, por ello, algunos funcionarios han optado por truncar sus labores para aspirar a una nueva responsabilidad.
Sabemos que en México son pocos los esfuerzos que piensan en colectivo, que ponderan las necesidades comunitarias por encima de las personales. En este proceso electoral que acaba de iniciar, nos hemos dado cuenta que funcionarios estatales, por mejor puesto que pudieran tener, son seducidos por la idea de figurar como candidatos y candidatas a alguna presidencia municipal o, incluso, a una diputación federal.
Tal es el caso de Román Alberto Cepeda, quien renunció a su cargo en la Secretaría del Trabajo del Gobierno del Estado de Coahuila para buscar la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Torreón. Cepeda, a su vez, también era el coordinador del Subcomité Regional de Salud en La Laguna, responsabilidad que, seguramente, posicionó su imagen en la Comarca.
Tres tres años como Secretario del Trabajo, Román Alberto fue seducido por sus aspiraciones políticas. Su hermano, Carlos Román, también fue alcalde de Torreón y es recordado por haber eliminado, quizás de mala manera, la famosa zona de tolerancia.
En otro sentido están José Ángel Pérez y Luis Fernando Salazar, quienes dejaron sus obligaciones como diputados federales para buscar la candidatura de Morena por la alcaldía de Torreón. A esta lista también se sumó Miroslava Sánchez, quien además de diputada federal también es presidenta de la comisión de salud del Congreso.
Es así que, cuatro funcionarios entre estatales y federales, optaron por separarse de sus cargos para aspirar a la posibilidad de ser candidatos a la presidencia municipal de Torreón. No importa lo que hayan dicho en campaña cuando fueron elegidos hace tres años, no importa que hayan afirmado que ellos no eran chapulines, no importa si afirmaron que su compromiso estaba con el electorado. Al final, cada que llega el periodo electoral, el político saca lo peor, comienza a babear, a soñar y engolosinarse con la idea de obtener más poder.
También está el caso de Shamir Fernández, quien recientemente fue electo como diputado local, pero ha trascendido que solicitará licencia para aspirar a una diputación federal. Es decir, usó las elecciones pasadas sólo para cooptar una plaza en el Congreso de Coahuila, de tal manera que el PRI tuviera la hegemonía en el legislativo, y después usar esa fuerza de trampolín para afincarse en San Lázaro.
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De pronto preguntan ¿por qué el electorado ya no confía en los políticos? ¿por qué casi no participa en las elecciones intermedias? ¿por qué no existen liderazgos sanos? ¿por qué México está extraviado? y, ¿por qué Coahuila continúa hospedando a la impunidad?
Como ciudadanía, nos urge exigir a las y los políticos que, cuando sean electos, cumplan en tiempo y forma con sus funciones. El tendedero de opciones es cada vez más amplio porque las licencias laborales se expiden con ligereza y facilidad. Todo se ha convertido en un maniqueo político. Ya no existe la buena voluntad, ya no existe la vocación de servicio, ya no existe la intención por impulsar proyectos que verdaderamente ayuden a mejorar la calidad de vida del electorado.
¿Qué esperar de estas próximas elecciones y de este época de campañas? Nada; sólo golpeteos, señalamientos, promesas vanas y descalificaciones. En México y en La Laguna la política está en pañales y, sus protagonistas, no son más que unas pirañas con ganas de agregar un logro más a sus trayectorias.