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El Barrio del Pacífico: callejones de orgullo

El cielo se cierra entre estrechos callejones que crujen historia. En sus bardas destacan pintas verdes y blancas que describen el amor que los habitantes sienten por la camiseta. En el Barrio del Pacífico lo que unifica es la pelota, es el juego, es el orgullo, pero también las profundas carencias. Eran pasadas las dos… Seguir leyendo El Barrio del Pacífico: callejones de orgullo

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El Barrio del Pacífico: callejones de orgullo

El cielo se cierra entre estrechos callejones que crujen historia. En sus bardas destacan pintas verdes y blancas que describen el amor que los habitantes sienten por la camiseta. En el Barrio del Pacífico lo que unifica es la pelota, es el juego, es el orgullo, pero también las profundas carencias. Eran pasadas las dos… Seguir leyendo El Barrio del Pacífico: callejones de orgullo

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El cielo se cierra entre estrechos callejones que crujen historia. En sus bardas destacan pintas verdes y blancas que describen el amor que los habitantes sienten por la camiseta. En el Barrio del Pacífico lo que unifica es la pelota, es el juego, es el orgullo, pero también las profundas carencias.

Eran pasadas las dos de la tarde. El callejón de entrada es angosto. Inmediatamente los colores verde y blanco destacan en las paredes. En el Barrio del Pacífico se respira identidad. El valor agregado que tiene esta pequeña colonia, habitada por no más de 200 personas, es un fenómeno digno de estudio.

Entre el concreto y tendederos y huellas de balonazos destaca una pequeña explanada. Sendos murales adornan el lugar como si fueran tribunas atiborradas de sueños y esperanza. Santos Laguna es el factor de unidad que da un valor agregado a este sector de la ciudad de Torreón.

No se trata de la institución que respalda financieramente al equipo, sino a la pasión y al orgullo que genera el equipo y el juego y la región en el corazón de los habitantes del barrio.

Comienzan a sonar las cumbias laguneras. El barbas y el Cochiloco y el Jimmy y las personas que están paradas, en semicírculo, están precopeando antes de ir al estadio. Es domingo, juega el Santos Laguna. Se enfrenta al Toluca y es una de las últimas oportunidades para seguir con vida en la temporada.

Se habla de todo y nada. Un poco de futbol, de la vida, de los murales. En uno de ellos destaca, en la parte superior, una imagen de Christian Benítez. Finado futbolista que, por sus goles y entrega y empuje y potencia, enamoró a la afición lagunera.

— No creo que vayan a calificar, la neta. Ve la tabla. — Comenté al Barbas, miembro de la Komún y habitante del Barrio del Pacífico.

Eh, qué pues. Si ganamos hoy, y luego a los pinches Rayados y al San Luis, estamos dentro. — Contestó con esperanza.

Finalmente Santos dio una buena exhibición. Ganó 3 a uno al Toluca en su último partido como local de la temporada regular. En las manos del equipo, que tiene cuatro derrotas seguidas como visitante y que se ostenta como la peor defensa del campeonato, está la posibilidad de llegar a la fase final del Apertura 2023.

Precisamente por el desempeño de la defensa, que se asemeja a una coladera recién destapada del municipio, el barbas y yo intercambiamos unas breves palabras que describen, desde lo emocional, el valor incalculable que tiene la gente del barrio por el futbol y por la camiseta.

Parecen niños defendiendo. Solo los ves corriendo hacia su portería. Pareciera que no saben jugar. — Comenté al Barbas.

Esos weyes no le echan ganas. Acá en el barrio uno cobra 500 y da la vida para ganar otros 500, que no mamen. — Dijo el Barbas.

El Barrio del Pacífico y sus murales

Los murales del Barrio del Pacífico no son añejos. Fue en pandemia, durante el confinamiento, cuando habitantes y aficionados al equipo se organizaron, como vecinos, para adornar las paredes y los pasillos del lugar. Cualquier recoveco del barrio tiene una imagen referente al Santos y a La Laguna y a Torreón.

Justo en un predio abandonado, cuyo tapiz es basura y miados y más basura, destaca un imponente escudo del Club Santos que tiene, en su parte inferior, estrellas y el año de cada uno de los seis campeonatos. La esperanza de la gente del barrio es añadir, a esa imagen, la séptima gloria.

Y es que, al menos, 40 personas que habitan en el Barrio del Pacífico viven y trabajan para poder seguir al equipo. Pagan entradas al estadio, tratos criminalizantes dentro de él, como el hecho de que estén aislados y no poder comprar una cerveza. Viajan a tantas plazas pueden con tal de alentar al equipo. El futbol los significa, los une y los hace olvidar, al menos por 90 minutos, la vida cotidiana.

El autor de los murales se fue a trabajar, como millones de mexicanos, hacia el norte. A algunos les falta mantenimiento, dar una "repasada", sin embargo, el mensaje que éstos traen consigo es lo suficientemente sólido para captar la atención de alguien que no es del sector.

Para muestra está una imponente Santa Muerte, vestida con los colores de Santos Laguna; chamarra, capucha y banderas forman parte de la pintura.

Bajo la Santa Muerte destacan detalles como el Cristo de las Noas, el Teleférico, la Casa del Cerro, el Torreón, la Iglesia de San Juanito, el canal del Coyote. La carga identitaria está en los trazos vertidos sobre una pared blanca que antes no tenía vida.

Así, entre escondrijos, tendederos y personas, el escudo y los colores del Santos Laguna dan valor, identidad y orgullo a una pequeña colonia situada al poniente de Torreón.

En ese lugar, jóvenes, niños, niñas, adultos mayores y personas en edad productiva se reúnen, ensayan cánticos, beben caguamas, juegan futbol y lo debaten y lo analizan y lo lamentan y lo celebran.

El Barrio del Pacífico podría representar el corazón de una afición que lleva años lastimada, que desde 2018 no festeja un campeonato y que, los últimos dos años, han sufrido por la voracidad y la ambición y la mercantilización que Orlegi imprime a los jugadores.

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Hoy la afición teme que vayan a ser vendidos Harold Preciado (actual goleador de la liga) o Juan Brunetta (mejor asistidor) o Carlos Acevedo (posible heredero de Guillermo Ochoa en la portería de la selección mexicana). El Barbas y el Cochiloco y el Jimmy las personas que se reúnen en la pequeña explanada del Barrio del Pacífico esperan que, antes de cumplir el inevitable plaza que los llevará, como mercancías, a otras latitudes, sus ídolos logren levantar y festejar con ellos un trofeo.

La sed de victoria y esperanza están puestas. Falta que los jugadores, en la cancha, se engrapen en sus tripas todo lo necesario para, ante todo pronóstico, lograr la séptima estrella. Un muro del Barrio del Pacífico estará esperando, con terca paciencia, la inmortalización de una nueva gloria.

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