A 100 kilómetros del área urbana de Torreón, el cañón de Jimulco se erige como uno de los pulmones y reservas naturales más importantes del estado de Coahuila.
El camino es largo. Muchas personas que no conocen el lugar creen que les tomará 20 o 30 minutos y es que se encuentra en Torreón, pero para llegar a la vena del Aguanaval, es necesario cruzar parte de Gómez Palacio y Lerdo para ingresar, de nueva cuenta, al municipio.
Con más de 57 mil hectáreas, Jimulco cubre el 44% de todo el territorio de Torreón, tiene partes que superan los 3 mil metros sobre el nivel del mar, que prácticamente acarician el cielo y que demuestran que la biodiversidad lagunera es envidiable.
Allí, en las partes altas de Jimulco, se erige un área boscosa, de pino y encino, como si se tratara de la sierra de Arteaga o de las Barrancas del Cobre, en Chihuahua.
En la sierra y el cañón de Jimulco habitan pumas, jabalíes, venados, águilas, halcones, cientos de especies de insectos; flora y fauna diversa, un catálogo natural que, por muchos años, estuvo en riesgo. Como siempre, el cacicazgo, la intervención humana y la contaminación tenían herida de muerte a la reserva natural más importante de La Laguna de Coahuila.
El contraste del cielo con la vegetación semidesértica configuran un romance digno de retratar con una fotografía o con palabras o con suspiros. Los más de 4 mil 500 habitantes que viven en la zona, en ejidos aledaños, lo entienden y perciben de la misma manera. Su hogar merecía ser dignificado. Proteger, a toda costa, la reserva natural, es una conducta heroica que puede dar esperanza a una región que está devastada por la agroindustria, la minería y por el crecimiento desordenado de la zona metropolitana.
Hace 20 años, habitantes de la zona y organizaciones de la sociedad civil conformaron la Fundación Jimulco "A.C". Por su trabajo, lograron que Torreón la nombrara como "reserva ecológica municipal", es decir, se convirtió en posible objetivo de fondeos de dependencias como CONAFOR para preservar el área, para evitar que la voraz intervención humana terminara de vulnerar su salud y su sostenibilidad a mediano y largo plazo.
El sábado 14 de octubre, en las instalaciones de una escuela ubicada en las faldas del Río Aguanaval, se llevó a cabo una sesión especial del consejo de la fundación Jimulco para conmemorar los 20 años de su fundación, compartir experiencias y visibilizar carencias que ayuden a fortalecer la defensa del territorio.
Gracias a la mentoría de activistas ambientales, pero sobre todo a la voluntad y el amor del pueblo por su suelo y su aire y sus plantas y sus animales, se conformaron grupos, conformados por adultos mayores, jóvenes, mujeres y adolescentes, para crear comités especializados y que ayuden a combatir y prevenir incendios, frenar el robo de recursos naturales y educar a las nuevas generaciones con perspectivas ambientales y ecológicas.
Así, más que por las autoridades, las comunidad conformó brigadas anti incendios, vigilantes y educativas para evitar que manos ambiciosas penetren y roben lo que pertenece a todos, la salud ambiental de la región.
La sierra y el cañón de Jimulco es de todas y todos. Es el hogar que utiliza el Río Aguanaval para transitar cada vez que hay escurrimientos. El verdor de sus cerros brilla e inspira a cualquiera. El sonido del agua al correr entre piedras y tierra y arcillas tiene la capacidad de relajar al peor sociópata del que se tenga memoria.
Las autoridades han querido perforar pozos de agua, pero la comunidad no lo ha permitido. También han existido intenciones por realizar eventos masivos para "disfrutar el medio ambiente", pero a costa de su salud.
Ser testigo del trabajo de personas humildes, amantes de su tierra, para defender su territorio, con métodos horizontales y transparentes, es un ejemplo que, la sociedad lagunera que vive en el área urbana, debería tomar para frenar la sobreexplotación del acuífero, que ya está al borde de la inanición.
Más allá de puedan existir diferencias y polémicas dentro de la asociación que defiende a la Sierra y el Cañón de Jimulco, al final siempre se han puesto por delante los intereses de la reserva natural protegida.
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En el camino, aún se pueden observar monocultivos que dan alimento a las vacas que y que representan el hambre insaciable de los terratenientes que siguen exprimiendo los recursos naturales de la Comarca Lagunera.
El agua debe ser el factor determinante para unificar a la comunidad lagunera. El Cañón de Jimulco es una de las reservas más importantes. El futuro de la región pende de un hilo. Tomar acciones comunitarias en favor de todos y todas, y particularmente de la naturaleza, es la única ruta para preservar la vida de la Comarca. Que Jimulco sea el bastión y el combustible para defender el territorio.