Por Juan Ceballos Azpe
¿A poco no te pasó de noche que el pasado 28 de agosto se conmemoró –porque poco tiene de celebración- el Día del Adulto Mayor? La efeméride recordó lo preocupante que resulta el acelerado crecimiento del universo de jubilados y pensionados que, de 6.8 millones que había en el año 2010, pasará a 15.6 millones en 2030 y a 32.5 millones en 2050, lo que implica tasas de crecimiento promedio de 4% anuales, es decir, muy superiores al crecimiento de la población en general, que es de 2.5%. Las condiciones de vida de las personas de la tercera edad son, de por sí, bastante desventajosas, aun cuando no representan una parte numéricamente importante de la población, porque la gente productiva todavía es mayoritaria. Pero si no se toman medidas a tiempo ¿qué va a suceder dentro de 30 o 50 años cuando se hagan realidad las proyecciones del Consejo Nacional de Población?
Por otra parte, sólo una de cada cuatro personas mayores de 65 años, tiene un ingreso por pensión o jubilación, mientras que el resto depende de su propio trabajo o del ingreso de terceros, lo que demuestra que no se ha puesto atención en asegurar un nivel digno de vida durante sus últimos años a la gente que tuvo una participación importante en la vida productiva de la nación, por lo que generalmente llega al final de su vida dependiendo todavía de su trabajo, o en no pocos casos, hasta de la caridad de los demás. En México, la cobertura del sistema de pensiones, por desgracia, se ubica entre las más bajas de América Latina, debido a que solamente 26% de las personas mayores de 65 años reciben ingresos por jubilación, mientras que, en Uruguay, Argentina, Chile y Brasil, la cobertura es de 89, 77, 70 y 68% respectivamente.
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De ahí la urgencia de incrementar la cobertura de la seguridad social con reformas a fondo en el sistema de pensiones, conjurando la amenaza de desaparecer las afores para depositar los ahorros de los trabajadores en el Banco del Bienestar, cuyo destino muy probable sería el de financiamiento gubernamental, dando al traste con la esperanza de un futuro más digno para los que trabajan en el presente, pero que no tienen certidumbre del futuro. También debe apoyarse la propuesta de promover la construcción de asilos financiados con recursos generados por el sistema de ahorro para el retiro, y que sean atendidos profesionalmente con calidad y calidez que permita a los jubilados y pensionados del futuro gozar de una vejez más digna. Todo ello es esencial para aspirar a una sociedad sin el temor de vivir en un país de viejos y pobres. ¿A poco no…? ¡Ánimo!