Memoria teatral: reflexiones del desolvido desde lo vívido

#ComunidadDeMedios | Mace Medina | Heridas Abiertas

A través del arte y la ficción existe una especie de sanación para seguir en la lucha. Y es que no es solo pensar piezas escénicas para recordar, sino encontrar formas de cumplir el deseo de compartir con otros cuerpos. Porque a fin de cuentas, la memoria vive en los cuerpos.

“Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”.

Arthur Schopenhauer

Me parece pertinente arrancar citando a Schopenhauer, en especial su aforismo sobre la memoria porque últimamente he estado reflexionando mucho con este concepto.

Con motivo del Día Mundial del Teatro, me invitan aterrizar reflexiones a las que he llegado.

El arte es un referente para enmarcar los acontecimientos de una época interpretados por sus creadores desde sus subjetividades. Me queda claro, como con la pintura, literatura, escultura o hasta la música, es posible aterrizar esta interpretación y perpetuar la memoria. Pero, ¿cómo lo escénico (con su bendita condición efímera) puede convertirse en un instrumento para la memoria?

Afortunadamente pude conocer a La memoria del instante y su seminario “Otro(s) Teatro(s)” que llegaron a compartirme otras posibilidades de pensar el teatro y, con esto, otras formas de entender lo escénico como una guarida para la memoria.

Hay una cifra que, curiosamente, no me sorprendió, pero es interesante, solo el 1% de la población en México va al teatro. Por eso cuando llegó la pandemia (hace tres años), se creía que el teatro iba a morir… Y murió, aunque sea unos meses. O lo hizo para quienes se aferran a una idea hegemónica de lo que es el teatro. Es decir, para quienes piensan que el teatro solo es el recinto y no el acontecimiento.

Intentaré explicarme un poco más citando otra disciplina. El cine es el lugar donde vamos para ver largometrajes. Estas proyecciones pueden ser de diferentes géneros, técnicas y narrativas. Sin embargo, lo que nunca va a cambiar es el acomodo del lugar. La pantalla y las butacas han estado en ese acomodo desde que se inventó el cine, claro, ¿cómo verías bien la proyección si estuviera la pantalla detrás de ti? Sin embargo, puedo sacar el largometraje del edificio y proyectarlo en mi casa, en mi celular, un asiento de avión, etc. Es posible sacar a la película del cine y no perderá su condición de largometraje. ¿Por qué entonces no pasa lo mismo con el teatro que en cuanto lo sacamos del edificio (o su hegemonía) se cuestiona o señala diciendo “Eso no es teatro”?

Entonces, ¿qué hace teatro al teatro?

Esto es tema para buen rato y no es tema ahorita, así que intentaré sintetizar esperando no reducir. Es imprescindible entender que todo teatro cuenta con teatralidad, pero no toda teatralidad involucra al teatro. La teatralidad es ese algo que tiene un acontecimiento que le dota de sentido teatral.

Entendiendo el teatro como lenguaje.  Es la posibilidad de articular preguntas.

Y es entonces que se abre el umbral para dialogar con la memoria desde la escena y los cuerpos.

Esto no es nuevo, se hace desde hace mucho, cuando se dieron cuenta que el teatro convencional o teatro-teatro en realidad no dialogaba con el espectador, sino que monologaba. Se compartía un discurso sin derecho a réplica, a menos que conocieras a las creadoras involucradas con el proyecto y les expusieras tu punto de vista a expensas de ofender por pensar diferente.

Gracias a pensar en una escena expandida, se llegó al entendimiento de la eficacia estética fuera de la arquitectura teatral para abrir la posibilidad de creación/reconstrucción de la memoria.

¡Hay que hacer mucho más que solo recordar!

El papel de la memoria en la justicia transicional. Se puede evaluar teniendo en cuenta los objetivos de ésta. Distintos autores y observadores han argumentado que la justicia transicional puede tener un impacto en la construcción de paz, la reconciliación y el fortalecimiento de la democracia, y con la memoria como herramienta se puede intentar llegar a los siguientes puntos:

Ruben Ortíz propone a la teatralidad como un medio para aterrizar la “Justicia Poética”.

A través del arte y la ficción existe una especie de sanación para seguir en la lucha. Y es que no es solo pensar piezas escénicas para recordar, sino encontrar formas de cumplir el deseo de compartir con otros cuerpos. Porque a fin de cuentas, la memoria vive en los cuerpos.

Con esto, espero no se entienda que existe un antropocentrismo, pues existen otros cuerpos, como el trabajo de Fran Arrieta, quien desde la idea de creer que la realidad es tan grande como para enjaularme en la arquitectura teatral explora la invocación del Río de las Avenidas con su pieza escénica “Postales al río”. Este proyecto tiene que ver con pensar en el Río de las Avenidas de Pachuca que, actualmente, está entubado y corre por debajo de la avenida que lleva su nombre.

Nombrarlo, pensarlo, volverlo presente implica activar sus historias, no la oficial, sino las pequeñas historias que abren la memoria del río y, con ello, recuperar el vínculo entre la gente (el cuerpo social) y el cuerpo acuático. Esto se logra con recorridos a lo largo de la rivera, visitando estaciones que muestran las postales. Además del proceso de investigación/creación.

Pero claro, aparecerá alguien diciendo: Eso no es teatro.

Es necesario recordar que los artistas tienen la responsabilidad de inaugurar espacios inauditos, asimilando sus afectos y deseos de compartir para sentirse acompañados. Es así que aparece la licencia de la ficción para realizar traducciones sensibles que detonen en la pieza y su convivio, sin olvidar que la performatividad/teatralidad no solo radica en el cuerpo de la artista.

lleana Dieguez, quien visitó Torreón en noviembre de 2022 por la 42a. Muestra Nacional de Teatro y ha volcado su vida a la investigación de esa teatralidad que rebasa los límites del quehacer teatral, articuló en una clase del seminario un concepto muy potente: Performatividad afectiva. Ésta es la dimensión concreta del ser cultural y su capacidad de presentarnos con el otro. Es decir, lo que nos afecta, nos lanza a la acción. No con un fin artístico per sé, pero sí intrínseco.

Como ejemplos citó acciones de personas que buscan a sus seres queridos desaparecidos que pelean rabiosamente con sus palabras y acciones llenas de corazonamiento, es decir, pensándose en colectivo con acciones desde el corazón.

Esto también es memoria desde la escena… Pero, ¿es teatro?

Torreón o La Laguna cuenta con un gremio artístico muy diverso con poéticas igual de variadas. Sin embargo, en el gremio teatral he notado cómo la memoria de nuestra región aparece solo por encima o en proyectos escondidos que casi nadie consume porque eso no es teatro. Espero no se saquen de contexto estas palabras, no estoy demeritando ni diciendo que el teatro que se hace acá sea malo, sino todo lo contrario.

Y es que, parafraseando Cuauhtémoc Lazo (La memoria del instante), si bien las artes vivas son memoria al congregar cuerpos; el teatro nos permite juntarnos a reconstruir y resignificar el relato, sin embargo no es algo per sé del quehacer teatral. Lograrlo conlleva un trabajo ético e investigación.

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Entonces, cuestiono mis practicas y me surge una pregunta, que más bien es una invitación desde el deseo a compartir con excusa de la efemérides próxima:

¿Qué puede hacer el arte por la visibilidad de la vida y la articulación de la memoria de nuestra región?

Por esto, creía pertinente citar a Schopenhauer. Nuestra región tiene un montón de memorias que, creo, estamos mandando al olvido. Es necesario utilizar el arte vivo para traer al desolvido la memoria y mediante los acontecimientos teatrales expandir la memoria entre los cuerpos.

El teatro en tiempos del COVID-19

Hoy es el día internacional del teatro, y como muchos otras conmemoraciones que vienen dándose desde unas semanas para acá, toca estar desde casa.

La pandemia que nos ha tocado vivir no solo nos está afectando en lo económico, también es un hecho que la cultura y el arte  adolecen con esta vorágine llamada covid-19.

Año con año, el ITI (International Theater Institute) selecciona a un vocerx para expresar el mensaje conmemorativo, el de esta ocasión corre a cargo del dramaturgo Shahid Nadeem, de origen paquistaní. 

En sus líneas nos cuenta lo difícil que ha sido dedicarse al arte y cultura en una sociedad predominantemente musulmana, en constantes guerras  o amenazas, sin embargo, junto a su compañía, Ajoka Theater, ha demostrado que se puede. 

Al igual que muchas compañías, colectivos, grupos que se distribuyen a lo largo del globo terráqueo, con Estados que ven la cultura y el arte en un segundo plano. Y como no hacerlo, si en situaciones como estas son los especialistas de la salud los que se arriesgan el pellejo para sacarnos adelante, ¿no?

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Totalmente de acuerdo, sin embargo, ahí en las benditas/malditas redes sociales que han demostrado su objetivo al acercarnos en estos tiempos que el distanciamiento parece ser la mejor estrategia, hay un grupo de locxs que no pueden quedarse quietos, que su necesidad los reta a planear nuevas estrategias para acercar su arte, "si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña", dice el arcaico refrán que en tiempos de contingencia ha orillado a artistas, en este caso hablemos de teatreros, a llevar el arte hasta las pantallas de nuestros dispositivos.

"Los malos momentos son buenos tiempos para el teatro" Dice Shahid en su mensaje. Esperemos que esta cuarentena in-voluntaria nos haga reflexionar en el arduo labor de aquellos que nos curan de enfermedades, pero también en la vitalidad que el arte nos aporta para sobrellevar la contingencia de la vida.

Hoy es el día internacional del teatro, mismo que se celebrará con teatros cerrados, vacíos, sin nada en cartelera. 

Hoy es el día internacional del teatro, mismo que se conmemorará fuera de los teatros y estará en nuestras manos con todos aquellos colectivos que han decidido transmitir sus obras mediante fblive, YouTube o alguna otra plataforma de streaming, demostrando que el teatro no es un recinto, es un acontecimiento.

Si no me creen, basta con ver esos vídeos que graban nuestros hermanos de España o Italia de cómo, a pesar del claustro, logran hacer juegos gritando desde los balcones, cantan, dan conciertos, hasta cantan las mañanitas. Mientras que sus países viven momentos densos, ellxs deciden formar parte de una teatralidad cargada de poética dejando ver qué el teatro está en nosotrxs y que es inherente del humano. 

Hoy nos toca estar en casa. Pero que eso no sea excusa para no darle una oportunidad al quehacer teatral.  Busquen, busquen, que estoy seguro habrá alguna obra de teatro por internet que podrán ver. Lo pido con la intención de que cuando volvamos a la cotidianidad vayan al teatro, no porque su amigo les dio cortesías a regañadientes, sino porque descubrieron ese algo que ha enamorado a cientos. 

Liga para el mensaje conmemorativo.

Ovación de pie para el cazacuentos

Desde que nacemos nuestra existencia está encausada a un simple verbo: morir.

Este efímero compendio de soles y lunas nos dan alegrías, ilusiones y, algunas veces, tristezas y melancolía; tal como lo hace el teatro.

Desde la existencia de la razón, el ser humano ha atribuido la vida y sus consecuencias a la divinidad, fe, esoterismo y hasta al escepticismo. Hay quienes pregonan que todo aquello que hacemos, o nos sucede, está vinculado al destino.

En lo personal, no tengo la menor idea de qué o quién rija nuestras vidas. Mucho menos porqué a lo largo de este sendero se presentan retos tan grandes que preferimos ya no respirar.

Independientemente de ello, debemos comprender que estamos aquí en este mundo y lo único que podemos hacer es vivir. Pero qué difícil es.

Por eso, además de la certeza de la muerte, está la certeza de que aquello que hagamos es de vital importancia, porque nadie más lo hará.

Hace un momento decía que la vida era tan similar al teatro porque esto es un aforismo que me han enseñado. Lo he aprendido con maestros, en escuelas teatrales, en reuniones de lectura, en escenarios, con amigos, en carne propia y, sobre todo, en colegas que viven el teatro.

Admiro desde siempre a aquellos actores que desayunan, comen y cenan teatro, sin pretensiones ni banalidades, que dejan el ego a un lado para disciplinar el talento y encauzarlo a un bien social.

Y si alguien me transmitía esto, sin duda, era un cazacuentos lagunero, que en este mundo era conocido como Ricardo Violante. Entregado a los escenarios desde siempre, hoy se despidió con un acto final que conmovió no solo a mí, sino a toda una comunidad; ya sea porque coincidieron en proyectos, lo vieron ejecutar su talento o simplemente porque lograba robar sonrisas con solo aparecer y decir una ocurrencia.

La vida pensó que ya nos lo había prestado mucho tiempo, que ya nos había alegrado y contagiado con su optimismo por varios años, y quiso tanto un espectáculo privado que en un acto egoísta se lo llevó a su escenario. Dejándonos a nosotros, los desdichados que morimos, un hueco en el corazón que trata a toda costa llenarse con recuerdos, anécdotas y lágrimas.

La vida nos arrancó una estrella, que aún nos baña con su brillo de optimismo, con la esperanza de volverle a ver y aplaudir de pie.

Cataclismo cíclico

Arriba, se anuncia la tormenta.
Ennegrecido cielo amenaza,
Con sus rayos y truenos,
A las presas rebosantes.

En el centro de la tierra
Lava hirviente ansía escapar.
Los volcanes inhalan esperanza
Y exhalan sangre.

En la profundidad, la húmeda cueva
atestigua el duelo de aquel pecador
contra ese Dios omnisciente.

- ¿Qué he hecho para ganar este suplicio?
- Nada.
- Entonces, ¿En dónde radica tu ira hacía mí?
- Vanidad infausta, pensar que mis acciones se centran en ti.

Cataclismo cíclico.
Vesania llameante,
Y vientos de desolación.

-Si todo te di y nada te debo;
Explica por qué. No lo entiendo.
Mi orbe, se destruye y tú sonríes.
¿Seré siempre un desdichado, Señor?

Cataclismo cíclico.
Desasosiego montañoso,
Y torrenciales de duda.

- Ni desdichado ni desventurado.
Tu brío vital, demuéstramelo.
Contempla la bonanza que te habita,
Recobra tu valor y calma tu cosmo.

Cataclismo cíclico.
Los volcanes erupcionan,
Las presas se desbordan,
Truenos y rayos aturdiendo.

De la cripta,
emerge glorioso y ufano,
Aquel que desafió a Dios,
Y su brío ha recobrado.

Cataclismo cíclico
Aroma a templanza.
Verano apacible.

Hecatombes taciturnas
Y metamorfosis anímicas.
A diario suceden.
En la caverna de aquel pecador

El día que Martín dejó la calle

Eran las seiscientas treinta horas y los parpados no habían logrado juntarse por más de un par de minutos. La penumbra se hizo eterna. El hambre calaba más que el frío. La dureza del suelo había molido todos los músculos del cuerpo y sin embargo un nuevo día se anunciaba con los primeros rayos del sol. En el ambiente se dejaba oler una melancolía  y añoranza que se mezclaba con el petricor. Su nombre es Martín, o al menos, así le dicen; Un hombre que ronda los 50´s y su único hogar es una esquina debajo de un puente.

Hace tanto tiempo que Martín vive en la calle que la planta de sus pies ya se han mimetizado con el pavimento. Sus días son un constante cúmulo de misiones y retos; buscar algo que comer, cómo refugiarse de la lluvia, del frío o del calor, empujar su carrito y recolectar todo el cartón que pueda para luego cambiarlo por unos centavos. Con el ritmo de la megalópolis y ante las diversas miradas, él recorre la zona más concurrida, esa donde los restaurantes botan a la basura medio platillo porque la señorita está a dieta y donde solo algunos cuantos le dan unas monedas a cambio de que se aleje lo antes posible. Así su rutina se apoderaba de él, viviendo en el anonimato y en completa soledad a pesar de estar en una ciudad de miles de habitantes.

Pero este día, tenía algo diferente, se podía sentir en el viento ese aroma a optimismo. Martín se incorporó y recogió sus pertenencias; una cobija raída, un carrito de supermercado oxidado y su fiel compañero: el greñas. Un perro criollo y cojo, con melena enmarañada y hedionda,  de tamaño pequeño que siempre acompañaba a Martín en todas sus aventuras.

El resfriado que pescó en la lluvia pasada hacía que Martín se agitara al mínimo esfuerzo y comenzara a toser hasta casi aventar un pedazo de pulmón.  Pero aun así comenzó a empujar su carrito en el que ya traía algunos kilos de cartón y botellas PET.

A las nueve y cuarto  la tos arreció y tuvo que hacer una pausa para tomar aire. El greñas, cada que Martín se agitaba y tosía, chillaba y ladraba tratando de reconfortar a su amigo. Pero basta descansar unos minutos para poder continuar con la jornada diaria.

Martín consiguió bocado en un restaurante ubicado en revolución, bueno, en el basurero del restaurante. Con energía y pasando el meridiano caminó hasta la plaza de armas para descansar un poco y ver a las palomas, actividad que le gustaba mucho al paupérrimo.  No tanto por ver las palomas, eso era un mero pretexto para apreciar desde lejos a Doña Lupe, señora que compensaba su escasa belleza exterior con una calidad humana que muy pocos tienen. Doña Lupe atendía su puesto de gorditas con una sonrisa de oreja a oreja y una voz aguda y chillona, siempre con amabilidad a quien se acerque a preguntar si aún queda de chicharrón o dónde queda el banco.  Aunque Doña Lupe fuera muy amena, Martín jamás se había acercado con otra intención que no fuera comprar una gordita de nopales, con diez pesos que un trajeado le dio para que alejara su pestilencia. Cómo se acercaría con palabras de conquistador si no tenía nada que ofrecer. Optaba, mejor, por verla de lejos atendiendo su vendimia.

El sol comenzó a tornarse naranja y descender tras los cerros. Martín no había pegado el ojo en toda la noche que sin querer se quedó dormido en la plaza de armas, sentado en una banca derecho al puesto de Doña Lupe. El greñas lo despertó con su ladrido agudo, Martín adormilado se dio cuenta que Doña Lupe ya no estaba, las palomas yacen en los árboles y el greñas le ladra a un niño que corre tras una pelota.

Esa dormitada parecía que fue contraproducente, el cuerpo lo sentía más cansado y como pudo se levantó y empezó a caminar apoyado de su carrito. Las rodillas crujían con cada paso, los brazos estaban tan pesados que lo hacían encorvarse.

Las luces de la ciudad estaban en todo su esplendor, el ritmo se había apagado. Daban ganas de tenderse en cualquier banca y dormir ahí. Pero las nubes, que ocultaban las estrellas, prometían una fuerte lluvia. Lo mejor era llegar hasta ese puente que había servido de refugio contra las manifestaciones de la naturaleza. Ya no faltaba mucho para que Martín pudiera descansar cuando las gotas comenzaron a caer. Para caminar más rápido, puso a su cojo amigo en el carrito y comenzó a correr, haciendo uso de su segundo aire. Martín sabe que la lluvia puede echar a perder el cartón y que agua más viento más tos son una mala combinación, incluso para los que tienen dinero para ir con el doctor.

Cuando la lluvia arreció, al pasar por una calle algo lúgubre, Martín le dio un ataque de tos. Intercalado al ruido de la lluvia golpeando con fuerza, el greñas chillando y la tos de Martín, se escuchó a una dama gritar pidiendo ayuda. El lugar estaba vacío, ese grito parecía más bien un eco del viento. Aun así, Martín se encaminó a buscar el origen de ese grito.

En un automóvil, una pareja había aprovechado la penumbra para ahorrarse el motel. Al menos eso había pensado el caballero, la dama traía en mente finiquitar esa tormentosa relación. Cuando ambas intenciones chocaron, el joven, no tan joven, se enfureció y comenzó a violentar a la dama. Esos eran los gritos que Martín escuchó.

La chica había logrado bajarse del auto, pero su pareja la siguió y comenzó a acertarle puñetazos en todo el cuerpo. Ella se encontraba tirada boca arriba y él apretaba con una mano el cuello y con la otra trataba de desabotonarle el pantalón.  Un golpe seco en la mollera del agresor interrumpió la faena. Martín le asestó un golpe con un palo que traía para casos de emergencia.

El corazón de Martín palpitaba velozmente, la respiración era breve y acelerada. La desconocida se levantó y salió corriendo, jalando a Martín, quien la tos le estaba cobrando factura por su valentía. El tipo, lleno de furia logró salir del atontamiento por el garrotazo cuando Martín y la chica ya estaban cerca de salir de la calle.

Como podía Martín, corría empujando su carrito y a su fiel amigo todo empapado, la chica lloraba y no paraba de agradecer. La tos se volvió tan intensa que logró detener la huida.  Un as los iluminó por la espalda. El coche del agresor aceleraba cada vez más en dirección a la chica. A penas y casi por instinto, Martín contuvo por un momento su tos y empujó a la chica para que saliera del camino. El coche ni se detuvo. Martín voló por el aire y el greñas con el carrito fue a estamparse por el golpe contra una pared. Los gritos desesperantes de la chica se ahogaron cuando el tipo se bajó del coche y la subió a fuerzas, para después desaparecer por el boulevard. Dejando a Martín bajo la lluvia y con el cuerpo hecho trizas. El agua del charco se mezclaba con la sangre que emanaba del cráneo de Martín. En ese momento, mientras las gotas humedecían su rostro y le tumbaban la suciedad de la cara, Martín no sentía dolor, su tos se había ido y los años que padeció en el abandono, parecían un simple mal recuerdo. Los aullidos del greñas se fueron haciendo más inaudibles. Pero no era el can el que se iba callando, era el corazón de Martín que dejaba de latir y se despedía tal como vivió. En el anonimato y solo con su inseparable amigo como testigo de sus aventuras.

La odisea de Jacinto

Siendo las trece horas con cuarenta y cinco minutos, faltaban una veintena de minutos para que Eusebio Ramírez pudiera aventarse el lonche que su amada Rosaura le mandó, como de costumbre, con Jacinto, el mayor de sus seis hijos.

Eusebio era un hombre de unos treinta y tantos pero avejentado por su oficio. Es albañil, y ese día, se encontraba laborando en un polvoriento terreno donde se edificaba la nueva sede de la ciudad universitaria. La espera era eterna.

Jacinto, de sólo 9 años había ido desde su casa hasta el lugar de trabajo de su papá; un viaje de unos 20 minutos en bicicleta, anteriormente, y para la una con cincuenta el chamaco ya estaba entregando los sagrados alimentos a su padre. Este día fue la excepción. (más…)

Día Internacional del Teatro

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Todo comienza en 1961 cuando un grupo de entusiastas teatreros decidieron consagrar al 27 de marzo como el día internacional del teatro. Hecho que se celebra en diversos países, ciudades, teatros, foros.

En La Comarca Lagunera este día no pasa desapercibido. O, al menos, no por la gente del quehacer teatral que día a día buscan posicionar este arte como una necesidad de la sociedad, más que un mero acto de entretenimiento. Es por eso que a lo largo de esta semana, del 27 al 31 de marzo, se estarán presentando diversos proyectos en los espacios escénicos de la región.

En el teatro nazas, En punto de las 6 pm dará inicio el maratón teatral, donde se presentarán cuatro ensambles con un costo de 10 pesos. Así es, ¡10 pesos! Y una duración de 4 horas. Éste es un buen evento para iniciar la semana.

En el foro alternativo de Casa Aquelarre se homenajeará al teatro con una semana entera de ensambles diarios. Otra excelente opción para disfrutar de un teatro diferente, íntimo y ameno como sólo este foro lo sabe hacer. Para consultar cartelera y hacer reservaciones, porque es cupo limitado, buscar la página oficial en facebook: Casa Aquelarre.

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Si lo tuyo es el teatro convencional. Entonces el Teatro Alberto M. Alvarado tiene un calendario que estoy seguro llamará tu atención, esto dentro del primer encuentro regional de teatro en Gómez Palacio Donde habrá obras de teatro, conferencias y talleres.

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Por último, les dejo este vídeo realizado por los chicos de SobreProscenio en colaboración con personas apasionadas y entregadas al teatro.

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Así que ya sabes. Habrá mucho teatro en la región, teatro de calidad.

#ApoyaAlTeatroLocal.

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Mi primera vez

Hola, estimados lectores. ¿Cómo va el portal? ¿Les gusta? Yo sé que sí. Soy un asiduo lector de este excelente proyecto que ha reunido montones de letras para alzar la voz y demostrar que los millennials, y otros no tanto, somos conscientes de las carencias de la sociedad.
En esta ocasión no vengo aquí como un lector más. Hoy haré uso del espacio que se me ha concedido para contarles y externarles algo que, definitivamente, marcó mi vida. En esta entrada les cuento a detalle cómo fue mi primera vez… Mi primera vez en el teatro.

Esto pasó cuando cursaba el jardín de niños y como actividad grupal, patrocinada por una marca que no recuerdo, nos llevaron a un lugar, que por su apariencia resaltaba de los demás edificios que lo circundaban. Su fachada era como viajar en el tiempo,  una edificación de ensueño. Intrigado, pregunté a un compañero si sabía a dónde nos dirigíamos. La maestra, siempre tan cuidadosa de nosotros, escuchó esa conversación y nos aclaró que se trataba del Teatro Isauro Martínez. Nos explicó que ese día no tendríamos clases, en su lugar veríamos en vivo a Tarzán, puesta en escena adaptada del largometraje homónimo de Disney. Casi me voy de espaldas. Ésa era -es- una de mis películas favoritas de la productora del ratón y se me hacía sorprendente la idea de ver gorilas en ese lugar tan enigmático que jamás había visto.

A partir del momento que la maestra nos dijo lo que presenciaríamos, no podía estar quieto. La espera me estaba asfixiando, me comía las uñas de la ansiedad por ver gorilas, ¡Gorilas!

Las puertas se abrieron, en fila india fuimos ingresando al inmueble y después de pasar por una  sala que si bien es bonita no era nada del otro mundo, cruzamos un portal de telas que hizo que abriéramos los ojos tan grandes como personajes de caricaturas chinas -anime-.

Aquel que ha entrado a esta edificación erigida en la década de los 30´s sabe de qué estoy hablando. Esas setecientas cincuenta butacas enmarcan el escenario y todo su decorado, tan detallado que roba el aliento y hace que uno abra la boca tan grande que las mandíbulas truenan. Todo esto vigilado desde su increible cielo. Tantos detalles, para los ojos curiosos de un niño, se vuelven motivo para no poder estar quiero. Al sonido agudo de “¡ve eso!” Nos acomodamos todos los alumnos de aquel preescolar. Yo ya quería ver los gorilas y estaba desesperado por que empezara. Aunque me preocupaba que esa pantalla roja fuera lo suficientemente buena como para proyectar a mi héroe de la infancia. Después entendí que esa tela roja y pesada es el telón, que oculta el lugar donde sucede la magia.

“Primera llamada” escuché resonando en todo el aforo. Necesitaba respuesta, ¿a quién se le ocurría llamar antes de ver a los gorilas? Porque aquí ya me habían explicado lo del telón y que aparecería tarzán y todos los personajes de carne y hueso, en mi mente infantil eso se tradujo en: Gorilas en vivo y a todo color. Había visto elefantes, leones, osos y otros animales en los circos que visitaban la ciudad, antes era ignorante y no sabía del daño y trauma que se le causaba a estos pobres, pero jamás había visto gorilas. “Segunda llamada”, Ahí está de nuevo la voz, ahí está de nuevo. A quién le llaman con tan importante acontecimiento que veremos. De nuevo me sacaron de mi error y me explicaron que así se dice para preparar al público y a los actores. Desesperado quería que ya empezara y pensaba “¿Cuántas llamadas son?”.

En eso estaba cuando, aquella voz que hacía resonar el establecimiento dice “tercera llamada”, las luces se apagan y se abre el telón.

Primer escena y mi corazón latía tan rápido que estaba apunto de estallar. Conozco la historia al derecho y al revés, me sé el orden de las escenas a tal grado que sabía que después de esa escena vendrían los gorilas…¡Los gorilas y el leopardo! ¡¡Había olvidado el leopardo!!

Ya no podía más, de pronto, de entre las piernas aparecen en escena unos entes que a todas luces evidenciaban que no eran gorilas reales. Tan pequeño aprendí que ilusionarse puede doler.  Vaya horrible sabor de boca me llevé al darme cuenta que eran personas disfrazadas de gorilas… De pronto, esos actores me sacudieron y en un santiamén yo ya no veía a los humanos en escena, veía verdaderos gorilas. La trama ya me la sabía, pero el juego de luces y la experiencia que el teatro te da era algo nuevo para mí.

Con el avance de las escenas olvidé esa desilusión y me enamoré de lo que se podía lograr usando la imaginación, cables, luces, vestuario -no disfraces- y voces. Luego de esa experiencia, toda la semana me la pasé imaginando ser un gorila del elenco de dicha obra. Era raro y lo hacía solo cuando estaba solo, pero me divertía mucho.

Entonces lo entendí, el teatro se había colado en mí y supo cómo sembrar la semilla de la admiración y fascinación. Incluso hasta la fecha me pregunto si mi decisión por ejercer el oficio de actor hubiera variado si aquel día en lugar de Tarzán, hubiese sido otra obra. No hay duda de que el teatro llama, y ya sea como espectador o creador, el teatro enamora.

Esa fue mi primera vez, mi primera vez en el teatro. Ahora me gustaría leer cuál fue la tuya y si quedaste con ganas de más.

Teatro laico, libertad de expresión mutilada

“Cuando alguien no tiene la capacidad de discutir, golpea”
                                                                                           Oscar Liera.

Era 28 de junio de 1981 y la compañía infantería teatral de la universidad veracruzana bajo la dirección de Enrique Pineda, se preparaban para deleitar al público del teatro Juan Ruíz de Alarcón que asistió, haciendo caso omiso de las amenazas reiteradas del clero en contra de la obra “Cucara Macara” escrita por Oscar Liera.

La obra ya había tenido su estreno en Veracruz, en el apogeo teatral del estado. Se estrenó el 11 de diciembre de 1980 y como parte del intercambio cultural entre la UNAM y UV, el montaje fue invitado a presentarse luego de una temporada en el Teatro Milán, donde unos de los actores recibieron una llamada anónima que los amenazaba si estos decidían seguir con las funciones.

Y todo por tratarse de un texto que critica -ataca- a la religión, en especial, contra la virgen guadalupana y la ideología del mexicano.

“Por un lado, critica la formación de nuevos mitos por parte de las instituciones, en este caso se ejemplifica con la Iglesia, pero hay alusión directa al Estado, porque vivimos entre héroes y santos de dudosa heroicidad y santidad

“Por el otro, denuncia la corrupción en las instituciones, y en este caso particular trato de que quede claro que quienes dan la solución más acertada son las mujeres La Iglesia ha sido siempre antifeminista, no obstante que la mujer ha marchado al lado del hombre a lo largo de todos los tiempos”  

Oscar Liera.

En pocas palabras, tocó fibras tan sensibles que en las celebraciones religiosas se exhortaba a no ir a ver dicha obra.

Desde el principio la obra fue atacada por la prensa a instancias de los feligreses de ultraderecha alentados por el arzobispo Obeso Rivera que en las misas decía que no fueran a ver la obra de los actores herejes porque ofendían al Espíritu Santo. Es el mismo arzobispo que 20 años después hizo en un periódico de Xalapa el fatal comentario “la ropa sucia se lava en casa”, cuando salieron a la luz los actos de violación de los sacerdotes, no a las leyes sino a los niños.

Haciendo caso omiso a las amenazas, el telón se levantó, la luz se encendió y los actores habitaron el espacio escénico. Si bien la función tenía escasos minutos, de entre las primeras filas se levantó una media centena de sujetos armados con chacos, palos y varillas bañadas en ácido dando pie a una golpiza que aturdió a los actores y solo el reguero de sangre hizo entender público que esto, no era parte del show. Las puertas estaban bloqueadas por sujetos con armas de fuego, los actores luchaban por su vida. Así como empezó, terminó.

Actores hospitalizados, gente del gremio artístico indignada con tal censura y feligreses aplaudiendo dicha atrocidad.

A los 3 días del incidente, al presidente de ese tiempo de los Estados Unidos Mexicanos, López Portillo, le llegó una carta firmada por 500 personalidades de diferentes gremios donde se pedía justicia.

Pero cómo hoy, aquel acto vandálico quedó impune. No hubo culpables, solo se echaban la bolita entre unos y otros.  Y la obra sólo se presentó una vez más en San Francisco, California.

De esto hace ya, casi, 36 años y aterra el pensar que aún seguimos gobernados por entidades corruptas, edificadas sobre cimientos de mentiras y falacias. Después de tanto tiempo, la religión ha perdido un poco de su peso, digo un poco porque ahora quieren cárcel, antes daban golpizas, para el creador del video viral pasito perrón, que no tiene caso explicar porque ya es obvio que todos lo vieron.

Con esto confirmamos que el teatro no es más que un reflejo de la sociedad.

Fuentes:

http://www.nexos.com.mx/?p=11302

http://www.proceso.com.mx/131372/el-autor-de-la-obra-agredida

Red es poder y el teatro también

El sitio muda, cambia, evoluciona.. y un servidor deja de escribir sobre viajes para escribir de algo que enamora aún más: Teatro. Y para mí sigue siendo un placer apoyar este portal con mis letras.

Desde tiempos remotos, el teatro está ligado a la sociedad, y a su vez una crítica a esta. El teatro como espejo de la sociedad genera agentes inconformes y rebeldes por naturaleza llamados “actores”. En este rubro la comarca lagunera  sigue siendo cuna de grandes talentos, y si bien en su tiempo el gremio teatral vio emerger a grandes maestros, hoy en día no se queda atrás, por eso  en esta sección tendremos la participación de excelentes talentos y su punto de vista ante la sociedad como creadores y artistas. Además una agenda mensual de los proyectos que se estén presentando en la región.

La laguna cuenta con diversas compañías, excelentes teatros, foros alternativos y harto talento, lo que falta es un público ávido al teatro, dicho de otra forma: una sociedad hambrienta de cultura. Entiéndase cultura por el acercamiento a las artes como una forma de rebeldía y no con un fin de esparcimiento. Yo no soy nadie para decir qué o qué no hacer, solo soy un entusiasta que habla de su amor con la esperanza de contagiarlos y generar en el lector la espinita teatral.

Nos leemos la próxima semana con la primer entrevista.