Marcela López, los hilos de la vida

Alejandro Gutiérrez González

"Un cuadro no se toca, se contempla, en cambio un tapiz se toca y lo que se toca se siente".

LUIS CIENFUEGOS

El desierto suele ser un lugar hostil, pocas veces paradisiaco; bajo la luz franca del sol brillan fulgurantes colores y texturas que luego se funden en vistas lejanas. Las expresiones de la vida que aquí habitan se vuelven sorprendentemente genuinas, pues para florecer, primero han de dominar su territorio, apropiarse, hacerlo suyo.

Una habitante del desierto, que vino de lejos, es la maestra Marcela López. Nacida en la Ciudad de México pero afincada en la región desde hace 45 años. En este tiempo ha hecho suyo el entorno lagunero y a diferencia de las efímeras flores de cactáceas que ama, su trabajo ha sido fecundo y duradero. Echando raíces sólidas en las que ya se puede decir que su nombre está escrito entre las grandes firmas del arte nacional, pero también en las muchas generaciones de alumnos en diferentes ámbitos a los que ha dado clase.

Su seguridad y firmeza la han llevado a apropiarse de los diferentes espacios en los que ha habitado, ya fuese el desierto o la selva, pero también de la academia y sus espacios de aprendizaje.

Estudió en la academia de San Carlos, donde aprendió una variada diversidad de técnicas, mismas que aplica con destreza según sea el caso, ya sea un grabado, dibujo, óleo o acrílico, pero las que más destacan por su complejidad y rigor son el temple, el encausto y el tapiz.

El temple por su parte, elaborado a base de proteínas, como puede ser el huevo, permite distintos tipos de luminosidad en las obras, los acrílicos aportan texturas, el óleo profundidad y los encaustos tonalidades diluidas. Todos ellos fabricados personalmente. Es por eso que podemos decir que el cuerpo de obra de la maestra privilegia el proceso creativo, mismo proceso que le ha permitido ir descomponiendo a su modo y percepción la figura, el color y el paisaje.

Las figuras humanas son robustas, principalmente mujeres. Estas se han ido configurando a través de los años en definición, forma, y apariencia, poco a poco el movimiento ha ganado terreno y aunque los protagonistas luzcan en calma se advierte la sutileza de una actividad realizada dónde hasta las líneas del cuerpo danzan dentro de la composición; emergen de fondos profundos en colores uniformes y contrastados. Los paisajes soñados, por su parte, muestran visiones lejanas de perspectiva donde las montañas parecen no tener fin y no se descubre el límite entre el horizonte, la tierra y el cielo.

Pero si algo podemos destacar dentro de todo este conglomerado son los tapices realizados con una increíble maestría, rigor y disciplina, técnica aprendida en el taller del maestro Pedro Preux.

Saber que le abrió las puertas de mundo, puesto dicha manufactura le permitió viajar a Francia donde después de estudiar impartió clase, además pudo conocer los antiguos trabajos medievales en tapetes. Un medio pocas veces reconocido y valorado como arte, el cual, lleva un proceso creativo aún más largo que otro tipo de expresiones, pues desde el bocetaje se ha de pensar en la superposición de hilos, las figuras que se han de mostrar, el colorido deseado, así como el impacto visual que estos tendrán.

Ella lo ha trabajado de diversos modos, como el tapiz de nudos, el de telar, entre otros. Únicas en su tipo, las piezas de la maestra pertenecen a colecciones relevantes como el taller nacional de tapiz en la Ciudad de México y a una gran cantidad de colecciones privadas tanto locales como nacionales.

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La franqueza y sinceridad de su palabra, la seguridad de su persona y la profunda creatividad, pero también la disciplina que tiene son sólo algunas palabras por decir de ella. Entender el porqué de su trabajo ha fascinado y marcado a tantas personas, una inspiración andante verla trabajar y conocer un poco de la pasión que imprime en todo lo que hace y cuando haya transcendido, cómo ella lo dice seguro que entre las cenizas habrás pequeños hilos, los hilos de su arte y de su amor en la plenitud de la vida.

Agradecimiento profundo a la maestra Marcela López Linares por conceder esta entrevista en Lerdo, Durango. Junio de 2023.

Liliana Fischer, cognición y fragmento

Por Alejandro González Enríquez

«El objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior.» Aristóteles.

La fascinación y el misterio por entender su entorno, pero sobre todo a sí mismo, ha llevado al hombre a un sinfín de búsquedas para dar respuesta a la interrogante de nuestra efímera existencia.

El arte desde su trinchera nos acompaña desde tiempos inmemoriales en esta búsqueda de respuestas como lo fueron las representaciones rupestres que hablan de la visión en un mundo ancestral y que con el pasar de los años han cambiado en intención y técnica.

El mundo contemporáneo muestra nuevos planteamientos a la manera en la que nos percibimos y nos relacionamos. Claro que el arte no es indiferente a esto.

Liliana Fischer nació en Torreón, creció en Cuernavaca y llegó a la adultez en Houston. Por destino regresó a la ciudad que la vio nacer en donde era extranjera más que oriunda y ha demostrado con su propuesta artística ir más allá de su profesión y de la herencia familiar.

Perteneciente a una genealogía ligada a las artes, como por ejemplo lo fue su bisabuelo Paul Fischer; un extraordinario acuarelista, su madre Lilia Fischer “Rhiux.a” pintora local con notoria relevancia en el mundo artístico y hasta sus hijos que ya son parte también de esta vena creativa.

Fuera de lo que pueda representar este universo, desde pequeña sintió interés por expresarse en otros medios y vincularse con grupos intelectuales que tuvieran intereses comunes y que también nutrieran su percepción. Pero no fue hasta el regreso a su terruño de nacimiento que potenció su propuesta artística, la llevó a nuevas experimentaciones y además también la ha compartido con el público. Particularmente el desarrollo del proceso creativo, la posibilidad de expresión y los mundos internos que el arte abre han sido de primer interés de la pintora.

Las obras en diferentes soportes y técnicas son muestra de esta libertad que se ha ido configurando en series. Desde las más primigenias en las que se nota una marcada influencia del collage podemos escudriñar en esta búsqueda sensible del interior humano que poco a poco cambia a lienzos más coloridos en otras etapas y que finalmente la pintura más actual se muestra en los trazos seguros, cargados de una paleta pocas veces consciente pero muy bien lograda en la que los rojos, negros y azules, por mencionar algunos, crean una imagen de comunicación, catarsis, vinculo y sueño.

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El contenido sexual intrínseco en nuestra humanidad se expresa en varias obras y ha sido parte medular de las exploraciones de Liliana en algunas ocasiones creando controversia por la confusión y el desconocimiento que tenemos de nuestro propio cuerpo y de lo sentimos, es por eso que también en su papel como psicóloga ha creado una firme postura en el arte vinculada a la expresión en arte terapia.

En su teoría, concepto y legado su trabajo es fundamental para ver otras posiciones de nuestra fragmentada realidad que además pone en valor una vanguardia artística local silenciosa pero que surge con mucha firmeza. En su caso, desde el refugio del edén verde que es su estudio en Torreón.

Patricia G. Santiago, contingencia y sanación

“No existe el orden en el mundo que nos rodea, debemos adaptarnos al caos”

-KURT VONNEGUT JR.

Alejandro González Enríquez

Nuestro entorno cada vez es más complejo, entre ideologías y pensamientos no podemos ser indiferentes ante lo que marca el entorno. El arte desde siempre ha sido un observador, pero ahora bien valdría la pena cuestionar su papel e influencia sobre cómo nos hace sentir y hasta cómo nos relaciona. Existe una buena cantidad de artistas entrando en esta materia y hoy es el turno de una de ellas, una de las más destacadas en la región lagunera.

Patricia González Santiago (Torreón, 1978) mejor conocida como Paty G. Santiago, nació en una familia de veterinarios, profesión por la que desde muy joven sintió afinidad, sin embargo, demostraba también tener un enorme talento para dibujar. Con el correr de los años esta sensibilidad artística fue desarrollándose más, pero la falta de noción la hizo entrar en ciertos cuestionamientos y debates internos. 

Se decantó por estudiar comunicación en la UA de C y dentro de los talleres que la universidad ofrecía estaba el de dibujo impartido por Tomás Ledesma. La metodología del maestro ayudó a Patricia a definir su vocación, pero entre el ir y venir tuvo diversas ocupaciones destacando los medios, el periodismo y el diseño gráfico.

Por recomendación y curiosidad presentó examen de admisión en la UNAM y fue aceptada en la escuela de artes visuales. El mundo inacabable de la academia le permitió explorar un sinfín de técnicas y posibilidades en la estética visual que ha profundizado con su teoría y práctica a través del tiempo.

Su obra es profundamente anecdótica, las composiciones surgen de una suavidad visual que parece retomada del impresionismo, pero a su vez, las impresiones de estás obras convergen en la delgada línea de lo estéticamente bello y de lo curiosamente visceral. Además, el colorido profundamente estudiado con bases y capas de diversos tonos resultan en imágenes caóticas que buscan que los hechos se vuelvan historia. 

La fatalidad de los accidentes, el infierno de los incendios, la luminosidad del paisaje desértico en el que se encuentra la región y la memoria de sus retratos pintados son sólo muestra de este repertorio personal que busca una nueva génesis a partir de su visión del mundo y que su formación académica permite puntualizar, y es que como dice la artista, la diferencia entre un  profesional y un aficionado radica en su capacidad  de abstraer y problematizar la realidad para generar propuestas desde su campo de acción para solucionar o por lo menos hacer visible el contexto actual.

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Pero la trascendencia no sólo la escribe desde una postura personal, sino que también es punto medular hablar de su labor cultural como docente, gestora, curadora, crítica e impulsora de otros artistas y de la escena local.

Paty es pues, sensibilidad y teoría, búsqueda y encuentro. Su labor será perdurable a través del tiempo y marcará un hito en cómo se percibe la creación artística local, pero sobre todo la propia, que se escribe también en cada trazo de sus lienzos.

El renacimiento lagunero

Opinión | Alejandro González Enríquez

Después de algunos años, el destino me ha traído tal vez por casualidad o quizá por omisiva decisión a la tierra que me vio nacer, Torreón, Coahuila. El tiempo pasa pronto y uno pocas veces es consciente de su paso. Siempre tuve afinidad por las artes, especialmente por la pintura para la cuál he tenido devoción. Recuerdo haber tomado clases y cursos, haber conocido ciertas personalidades del ámbito cultural muy reducido, pero a la vez sólido que existía en aquellos años marcados por la inseguridad. Experiencias que nutrieron mi visión del mundo y que guardé con especial cariño. 

A la vuelta de una década de distancia, vuelvo, y me encuentro con una comunidad desarrollada, engrandecida y respetada. Es un gusto dedicar varios de mis futuros escritos al trabajo de aquí, su vida cultural, propuesta y arte.

Desde principios de este año un sequito de exhibiciones se han presentado en la región, hablar de muestras no es nuevo en esta ciudad que no se caracterizaba por su vida artística. Sin embrago los museos de la región tienen varios años haciendo bien pensadas muestras como el Museo Arocena y a su vez ha habido exhibiciones en las incipientes galerías de la ciudad; pero en este año hay una situación peculiar puesto que por primera vez el apoyo de las instituciones gubernamentales se ha hecho notar con exposiciones que abordan el contexto y trabajo de los autores locales.

Caso muy particular fue la muestra realizada para conmemorar el día internacional de la mujer (08 de marzo) que se llevó a cabo la casa de cantera y en la galería de la casa del cerro.

Como ya hemos mencionado antes existen muy pocos registros sobre las técnicas y temas abordados por los pintores locales, pero cuando se trata de mujeres la información es aún mas escasa sobre todo si se habla del trabajo realizado durante el siglo pasado y es que muchas de ellas han sido devoradas por el tiempo y por su papel en otras áreas cómo el ser amas de casa o madres, por ejemplo. Relegando la pintura a un segundo término y propiciando que la historia del arte no les dé el lugar que se merecen.

La exposición mostrada en la “Casa de Cantera” surge después de una investigación en el acervo de la pinacoteca del “Museo Casa del cerro”, revalorizando obras de artistas que vivieron, visitaron o que siguen trabajando en la región. Surgen nombres de talentos extraordinarios como Lilia Fischer, Marcela López y de artistas con trayectorias muy sólidas como Patricia G Santiago y Ana fuentes. Las obras varían en técnica, así como en concepto, temporalidad y formato. Teniendo siempre el hilo conductor del pensamiento local.

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La segunda exhibición se tituló “Contemporáneas”, fue presentada en la galería de la “Casa del cerro” y abordó el trabajo de artistas más jóvenes que están experimentando y proponiendo, de igual manera, con una visión local pero influenciadas por información y recursos globales en técnica, material y hasta en las formas de mostrar su trabajo.

Es bueno mostrar el trabajo que se ha hecho, pero aún nos falta posicionar el papel artístico de la región en la historia del arte nacional, para ello estas exhibiciones son fundamentales y es por eso que vale la pena continuarlas, visitarlas y aplaudirlas.

En las siguientes entregas abordaremos la trayectoria de algunas de estas artistas, revisaremos los sitios que están dando cabida, así como las propuestas de otros autores que reflejan un renacimiento lagunero, un renacimiento que nos dice cómo nos hemos visto, pero más importante que camino tomaremos a futuro….

Luis Rafael, Cuando el rito se vuelve arte

Por Alejandro González Enríquez

Habíamos abordado ya en diversas ocasiones el trabajo de artistas en los cuales sus obras se pueden insertar dentro de corrientes mágicas y surreales. Particular es la historia de nuestro país que acogió en la segunda mitad del siglo XX a una variada multitud de artistas extranjeros pertenecientes a estas corrientes, destacando casos como los de Remedios Varo y Leonora Carrington que hoy en día se han vuelto muy famosas.

Sin embargo, es necesario precisar que ellas no corresponden propiamente con los principios del manifiesto de 1924 y tampoco así a la mayoría de artistas tanto locales como extranjeros que produjeron piezas en México durante este periodo. La diferencia principal radica en que la propuesta del manifiesto habla de una libertad creativa a través de los sueños, mientras que los maestros mexicanos se nutrieron de la mitología, el simbolismo, la alquimia, las costumbres y la idiosincrasia de este país entre muchos otros aspectos.

Todo ello no hace menos valiosa la producción artística, sino que le brinda su carácter único y es por eso que ha tenido buena aceptación en el resto del mundo. Aunque aún hay mucho que mostrar, indagar y descubrir; podemos hablar casi de una escuela creativa con su estética única que traspasa las barreras del tiempo y que hace eco no sólo en México sino en Estados Unidos también.

Un descubrimiento impresionante son las obras de Luis Rafael Cruz, un joven artista que es muestra de que estas barreras creativas son atemporales. Nació en la comunidad de la Barranca, municipio de el Álamo, Veracruz en 1990. Aunque es pedagogo de profesión, desde muy niño sintió inquietud por las artes, con una sensibilidad única, era conocido como “el niño que todo lo ve bonito”; con el paso del tiempo fue profundizando su interés y en 2007 ganó un concurso de dibujo. Luego se avocó a aprender óleo, técnica que ha dominado con maestría.

Luis considera que las obras también deben tener un sustento teórico, curioso en su formación, ha tomado diversos talleres de técnicas y composición además de la inspiración propia. De herencia huasteca, su familia posee un gran bagaje en tradiciones, costumbres y conocimientos ancestrales en medicina y en magia. Los rituales para la muerte y las cosechas han marcado su vida y con preocupación ve la pérdida de todo esto en el mundo globalizado.

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Las comparaciones se hacen evidentes siempre, pero él demuestra con su talento que este arte viene de la profundidad de la magia con la que ha vivido, de su delicadeza al pintar. Éstas figuras profundamente estilizadas emergen del lienzo, de ese interés por la moda y la elegancia, son amalgamadas por las finas capas de veladuras, esfumados y esgrafiados que el artista utiliza. Cada serie habla de un periodo en el que él ha vivido y varían en gamas de colores desde lo más profundo y místico del azul hasta la estridencia del rojo. Los seres animales se funden con los vegetales mientras que los telones de fondo como el paisaje se van definiendo en medida que el artista madura.

Cada día amanecerá con un sueño nuevo que Luis plasmará en su lienzo, esos lienzos que lo están defiendo como pintor, como artista, como profesor y como ejemplo de que para la originalidad hay que aceptar lo que se es, voltear a la raíz para proponer lo nuevo. Lo nuevo en cada pintura creada por él que es un goce estético a la vista.

José Luis Medina; una brisa que se esfuma

Por Alejandro González

“Y vuela lejos el hombre, que nada se interponga ni cruce tu vida, la noche repentina se cierne y te vende falsas sombras”

José Luis Medina

La noticia de su muerte a mediados de este mes de julio fue un suceso que se vino a sumar a la complejidad de estos últimos tiempos, no sólo por la amistad que habíamos forjado a pesar de la diferencia de edades sino porque se perdía a un ser por demás importante con una visión única en el mundo y que fue un pilar de la cultura en una región golpeada por la violencia.

José Luis Medina

Nacido un 3 de septiembre de hace ya muchos años, el maestro José Luis Medina creció bajo el cálido sol porteño de Acapulco, tenía la piel morena y la mirada muy inquieta. Su voz era media, muy pensada, como de locutor. Como él mismo decía, desarrolló este timbre, pues desde muy joven perteneció a grupos de teatro; pero no sólo el teatro fue su afición, pues en su inquietud también se desempeñó como cantante, escritor, poeta, pero sobre todo pintor y dibujante. Pedagogo de profesión, su ocupación fue durante mucho tiempo el servicio público gubernamental.

Durante una de las giras teatrales conoció en persona a la pintora surrealista Sofía Bassi, una señora de sociedad que se encontraba presa en la cárcel de Acapulco por el homicidio de su yerno, del cual se han especulado muchas cosas. Ambos formaron amistad y ella fue quién lo alentó para que comenzara a dibujar y le dio sus primeras lecciones. Con el pasar de los años la influencia de la artista se volvió muy marcada en el trabajo del maestro medina, pero sin perder el toque de su propio estilo. Ganó becas y concursos, pudo visitar Europa y Norteamérica, en donde expuso también su obra.

Generalmente trabajó formatos pequeños y medianos, preparaba sus propios tonos y nunca usaba el color blanco, a través de solventes las texturas de sus obras parecían sacadas de las entrañas de la tierra, el trazo siempre fino y delicado contrasta con el colorido de su temática. Su conglomerado creativo puede inducirse como surrealista y fantástico, aunque la expresión que el creaba en torno a estos trabajos iba mucho más allá con una carga simbólica sumamente fuerte.

Intrigado por las experiencias con los opiáceos experimentó con técnicas para plasmar en un lienzo las experiencias que los mismos producen. “las emociones y reacciones químicas del cerebro, junto con las implicaciones filosóficas emergentes de este instante, es parte esencial de la vida de sueños y realidades de cada uno”.

Fascinado por los el misticismo angelical y su elevado carácter pintó ángeles hasta el cansancio y en últimas fechas se preocupó por la degradación del medio ambiente y el contexto en el que vivimos.

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Nunca firmaba sus obras, pero los lo que conocieron bien su trabajo podrán reconocerlo por su carácter con mucha facilidad. El maestro nunca subsistió con la pintura y aunque fue reconocido y valorado dentro de la comunidad local, bien valdría la pena darle el valor y reconocimiento a su memoria y a las emociones que producen sus pinturas.

Ahora el maestro está con los ángeles que tanto pintó y estoy seguro que desde lo alto contempla el mar, la exuberante vegetación de su suelo porteño y estará presente en cada suave brisa de verano, ese mismo verano en el que lo conocí hace un tiempo, el mismo verano que se lo ha llevado.

Una magia que abraza, el arte de Susana García Ruíz

Por Alejandro González Enríquez

“La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía”

-Eugene Ionesco

Una mañana fresca y soleada; la emoción de un encuentro anhelado hacía ya un buen tiempo. Así fue como comenzó el día que me reuní con la maestra Susana García Ruíz mujer serena, seria y encantadora que me abrió las puertas de su estudio y de su increíble mundo.

Nació en la década de los pujantes años 40 en el Puerto de Veracruz, siempre afín al dibujo, rayaba cualquier superficie que pudiera, hasta que su padre la reprendió por pintar todas las paredes de su casa, pero aun así la apoyo con cuadernos y lápices para encausar su talento. En su colegio las notas que realizaba siempre se acompañaban de elementos gráficos y hasta sus maestros le pedían hacer ejemplos con sus dibujos. Intentó también hacer poesía, pero descubrió en las artes visuales un mundo poético mucho más amplio que le permitió expresarse y encontrar un camino para su vida.

De Veracruz emigró a la ciudad de México y cuando pudo estabilizarse entró a la Real Academia de San Carlos. Uno de sus principales intereses era buscar el perfeccionamiento de su técnica y principalmente de la figura humana, quería desarrollar una mayor estilización de sus cuadros y para ello contó con el apoyo de uno de sus profesores quién la involucraría dentro de su propia filosofía. Héctor Ayala, magistral pintor del siglo pasado, pocas veces estudiado. Él marcó en Susana un antes y un después. Había sido amigo de Remedios Varo con quién compartió afinidad artística pues también era surrealista. Todas estas anécdotas y enseñanzas las fue compartiendo con Susana por un lapso de dos años, hasta que un día le dijo, “Hoy es tu última clase, si sigues conmigo te vas a estancar”.

Sin más remedio continuó por su cuenta con su propio desarrollo artístico, fue conquistando galerías y público por su peculiar manera de representar el mundo. Nunca imaginó entrar al mundo surreal y fantástico más bien este mundo se apropió de ella y le dio oportunidad de mostrar en otro nivel; la conciencia y belleza de la simplicidad humana. Cada cuadro es un universo en sí, las figuras hermosas como seres celestiales, los colores difusos y las atmosferas envolventes muestran que hay un sentido de la materia compuesta y representada. Por ejemplo, uno de ellos titulado “Mujer de paja” captura a quién la observa, sigilosa, alta y serena lleva un farol a la luz de la luna mientras parece flotar como lo hacen los campos al viento. 

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Cuando está en su proceso creativo, dice que es como si el arte la abrazara, como si saliera del cuadro y este la tomara consigo para seguir pintando, no es raro que sólo el arte la envuelva, pues la atmosfera de su estudio lleno de arte y maravillas ayudan a esta sensación. Hay ahí mismo unas pequeñas esculturas en forma de huevo que invitan a pensar en todo este mundo como génesis, inicio y creación; un arte atemporal como fuente inagotable de imaginación, que perdura, existe y se regenera pues viene de los más profundo del subconsciente a lo más sensible del espectador. Ahí en ese mundo seguirá Susana, en ese paraíso de creación.  

Los vasos comunicantes de Victoria Montesinos

Alejandro González Enríquez

Constantemente en nuestra cotidianidad mexicana es común hablar de la relación que existe entre nuestro país y los Estados Unidos, a colación salen siempre en las conversaciones como la política y la economía nos afectan; pero más aún, esta relación se ve fortalecida por las personas, amigos y familiares que radican del otro lado del rio Bravo. Ellos, se han convertido en embajadores de nuestra cultura en aquel país. Hay casos que nos llenan de orgullo, como el de este escrito, el de la maestra Victoria Montesinos.

Nacida en la ciudad de México, con un padre cineasta, desde muy pequeña sintió afinidad por las artes. Tal vez sería por la influencia de él o por el mundo al que tenían acercamiento que su talento se fue desarrollando.

El encargado de encausar esta creatividad fue José Bardasano, artista español refugiado en México que fue tan prolífico que llegó a fundar su propia academia. Victoria, deseosa de practicar el dibujo, le pidió a su padre que la sacara de la escuela para ir a la academia de Bardasano, naturalmente sus padres no accedieron, pero le dieron permiso de acudir en sus vacaciones de acudir con el y cuando acabó sus estudios duró por 6 años como aprendiz del maestro.

Poco a poco su carrera se fue consagrando como una extraordinaria pintora y sobre todo como retratista, para los años 70 ya había pintado a una buena cantidad de personajes del mundo del cine y damas de la sociedad capitalina. 

En una exhibición probó algo distinto, hacer unas figuras femeninas con atavíos de otras épocas, mostrando cierto halo de misterio. Estas figuras llamaron la atención de unos espectadores de la muestra, quienes la invitaron a trabajar para su empresa, dedicada a hacer litografías, grabados y otras propuestas editoriales. Su contrato de exclusividad la haría cambiar de residencia por más de 30 años a Nueva York, ciudad que la acogió, le brindó amistades y un nuevo estilo de vida.

Es imprescindible hablar puntualmente de su obra, la calidad de su trabajo se muestra por sí mismo. De su pincel brotan las más finas características de los elementos que quiere mostrar, los sensuales ojos de sus mujeres, la textura de velos y ajuares que las acompañan. El vacío que provocan sus pinturas más obscuras y cadavéricas hasta la dulzura de las imágenes naturales. Sus flores, coloridas y casi abstractas son ejemplos de este proceso de observación minucioso, una observación anatómica de cada elemento compositivo que se refleja en sus cuadros.

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No es extraño que suceda así pues una mujer cultísima, curiosa e inteligente es la responsable de todo ello, con un haber de más de 40 exposiciones en Estados Unidos, México y Europa, amante de la naturaleza, la lectura, el cine y el contacto con el exterior hacen que su plática sea por demás atrayente e inagotable. “Mi propósito principal en el arte es comunicar” y claro que ha sido así. Una vida que se ha vuelto como los vasos comunicantes de la raíz a la flor. Sus pinturas que se comunican de ideas suyas a emociones en quienes las contemplamos, su trayectoria que se comunica entre dos países y su arte, un enigma que emociona en cualquier parte del mundo donde se encuentre.

 

La revolución silenciosa de Arturo "el güero" Estrada

Por Alejandro González Enríquez

¿A quién no le hace eco escuchar el nombre de Frida Kahlo en la actualidad? Ya sea por afinidad o repulsión, basta ver las notas, las exposiciones y las subastas que abordan el tema de la pintora para darnos cuenta de su relevancia en la historia del arte moderno y del mundo actual. Recientemente una pequeña pintura de la artista se vendió por casi 35 millones de dólares, convirtiéndola, por mucho, en la pieza artística más cara de la historia hecha por algún latinoamericano. Pero, realmente, ¿es esta la esencia del arte moderno?, y más aún, ¿es la esencia de Frida misma? ¿Su filosofía y su visión del mundo?

Tal vez estas interrogantes puedan esbozarse en la memoria de los que la conocieron, particularmente un grupo de 4 jóvenes que fueron sus fieles discípulos en la década de los años 40, a quienes se les conoció como “Los fridos”. Uno de ellos ha conseguido desarrollar un estilo profundamente influenciado por su maestra, su pintura prolífica y colorida, muestra el reflejo de una filosofía artística muy arraigada que va más allá de la expresión estética.

Le conocí un verano del 2018, bien dicen que el que busca encuentra y como ya he mencionado en otras ocasiones, gracias al apoyo del Salón de la Plástica Mexicana pude contactarme con él y descubrir que éramos casi vecinos, en la misma zona de esta mega urbe que es la Ciudad de México. Su nombre, Arturo "el güero" Estrada Hernández.

El maestro nació un 30 de julio de 1925 en Panindícuaro, Michoacán. Desde muy pequeño desarrolló un talento creativo muy marcado, por lo que cuando tuvo un poco más de edad sus padres decidieron enviarlo a la Ciudad de México para que desarrollara su talento artístico.

Ingresaría a la “Esmeralda” a principios de los años 40 en dónde fue alumno de José Clemente Orozco, Diego Rivera y Frida Kahlo, de quién se convertiría primero en alumno y luego en amigo muy cercano.

Se decía que Frida Kahlo no sabía enseñar, “pero era curiosa”, porque daba total libertad y tenía una manera para que la disciplina pasase desapercibida; “no intervenía… iba dando notas, “fíjate que la luz”; “no supiste distribuirlo muy bien”; “no lo lograste acomodarte en la superficie que tienes”, y así a cada quien. Era extraordinaria maestra”.

Y no solamente esas enseñanzas fueron artísticas pues, su profunda convicción al partido comunista de Kahlo permeó en la visión del joven pintor. Tener los ojos bien abiertos a lo que sucede en este país, la sensibilidad ante la miseria y la injusticia, la expresión del arte como medio de emancipación. La esencia de la época muralista.

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A la muerte de Kahlo, colaboró con Diego Rivera y luego con Juan O’ Gorman hasta ir siendo más independiente, desarrollando un carácter expresivo muy particular. Sus murales se encuentran por diversos estados de la república. Todos ellos conservan no sólo la idealización del México de antaño sino también férreas criticas a sus contextos, pues en un mural recientemente rescatado en Cuautla, Morelos, se descubrió un mural pintado por Estrada en dónde la crítica a la iglesia católica es muy clara. Este, fue repintado debido a la molestia que generó en la curia eclesial de ese estado. Pero también hay otras de sus obras que contienen muestras muy sensibles de expresiones antropológicas como los murales para el Museo Nacional de Antropología. Mientras que sus creaciones en caballete desbordan en coloridas expresiones que evocan una particular muestra del entorno.

A sus 96 años continúa siendo una voz cara de un México que no se ha ido, de un México de mercados, de frutas, de flores, de día de muertos y de solemnidades cristianas, pero también de injusticia, de marginalidad y desigualdad. A los albores de la tercera década de este siglo. Su quehacer nos recuerda que el arte se expresa en todos los sentidos y que en nuestra realidad puede hacer mucho más.

Cuando me despedí de él me dijo “No creas, a mi edad…aún salgo a recorrer el mundo”.

Lucinda Urrusti, el misterio de la apariencia

Colaboraciones | Alejandro González

“Un pintor debe tener dos vidas – una en la cual aprender y una en la cual practicar su arte”

-Pierre Bonnard

Una expresión así acompañaría muy bien la vida y trayectoria de una artista tan importante como lo ha sido Lucinda Urrusti y tal vez podría decirse que no sólo dos vidas sino muchas más. Nació en Melilla, España. La guerra obligó a su familia a huir a Francia pues su padre era soldado republicano, en ese país fueron recluidos en un campo de concentración y de ahí, gracias a la suerte y la caridad humana llegaron a México, por medio de un barco denominado Sinaia.

En la capital de este país fue donde muy joven descubrió sus dotes artísticas. Dibujaba a quien se quedara quieto y así fue como los clientes de su madre, que era costurera, empezaron a hacer encargos y recibir pago por ello. Esto la haría pensar en un principio matricularse en arquitectura, pero al final se decantaría por las artes visuales en la Esmeralda. De entre sus maestros destaca sobre todo Ricardo Martínez (1918-2009) de quien fue alumna y seguidora.

Mucho se ha escrito ya de su basto trabajo, el cual comenzó en forma desde 1953, participando en bienales como la Panamericana o la de la Juventud en París. A la fecha ya contabiliza varios centenares de exposiciones entre individuales y colectivas. Si bien durante su formación estaba en boga el movimiento muralista, no lo siguió pues consideraba que el arte va mucho más allá de las influencias políticas. Su generación, bautizada como la ruptura, adoptó un nuevo camino de la estética del arte mexicano mucho más personal e individual.

Podríamos tal vez decir que su obra se ha alejado de las durezas del dibujo convencional y en esta exploración ha podido ir desde la más pura abstracción con el uso de diversos materiales, objetos, texturas y formas caóticas hasta el realismo riguroso de sus extraordinarios retratos, como es el caso del retrato de Carlos Fuentes del 2009. La luz y la materia se conjugan armónicamente, no importa el color usado ni el material, ni la forma. Los llenos y vacíos forman un todo en su materia.

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Retrato de Carlos Fuentes: 2009

El día que yo le conocí era una tarde de verano del 2018, me abrió las puertas de su estudio, un templo al arte y a la impresión. Recuerdo haber quedado maravillado cuando cruzó el umbral y se presentó ante nosotros. Hoy en día al cabo del tiempo y de haber seguido su trabajo puedo notar que su vida y su presencia quedan impresas en su arte. Así, post impresionista, como le han dicho y así será siempre. Una luz que acompaña en cada lienzo, una luz que la acompaña todos los días en su refugio de Xochimilco.